Vanillekipferl

Ya estamos en el tercer domingo de adviento. Bueno, bueno, que veo que este año es el bueno, que voy a conseguir publicar los 4 domingos -o casi, que el anterior hice un poco de trampa-. El caso es que estoy muy contenta de ver que puedo marcarme retos tontos y cumplirlos, que no todo tienen que ser grandes gestas a la desesperada. La cuestión es que, me he dado cuenta que a estas alturas aún no te contado de donde viene esta cosica de contar los domingos que faltan para navidad, hacerlo encendiendo velas y comiendo galletas. Allá va la historieta del día:

Érase que se era un pastor evangélico llamado Johann Hinrich Wichern que regentaba un hogar infantil en Hamburgo hace la tira de años. Para que te centres, estamos en medio del siglo XIX. Los niños que acogían eran huérfanos o críos con situaciones familiares horrendas. Es de imaginar que estas criaturas tenían pocas cosas en la vida por las que ilusionarse y tal vez, la única fecha digna de encanto era la Navidad, fecha por la que preguntaban sin cesar a medida que se acercaba el frío.

Este pastor tuvo la idea de poner, sobre una rueda de carreta, 23 velas; cuatro grandes blancas que representaban los domingos de adviento y 19 rojas más pequeñas para los días de la semana. La idea entusiasmo a los peques que así podían hacer una cuenta atrás hasta la gran noche, Nochebuena, donde muy posiblemente ese día cenarían alguna sopa especial y puede incluso que hasta algun dulce.
El evento, por supuesto, encantó a los feligreses que vieron, más allá del juego infantil, una simbología algo mística relacionando las candelas con la luz de Jesucristo. La idea fue cuajando por la Alemania protestante manteniendo el encendido de las velas dominicales y se añadió ramitas de abeto que venían a representar la vida, o la esperanza, o la piedad... vete a saber, porque eso vino después y hoy en día hay quien cuenta que cada vela representa algo bueno: la esperanza, el amor, la vida... cosillas así que están muy bien pero suenan un poco a peli de Disney.

El caso es que se hizo muy popular incluso en las iglesias católicas que se unieron al sarao allá por 1925.  Después de la segunda Gran Guerra, se encendían coronas de adviento en toda Austria y Alemania. Con el paso de los años, la gente ha rebuscado mucho en los misticismos religiosos, contando que las velas rojas simbolizan la sangre de cristo derramada en la cruz, que el hecho de ser redonda evoca al círculo sin principio ni fin que simboliza la eternidad que supuestamente se nos entrega a los mortales a través de la resurrección de Jesucristo. En fin, cualquier excusa es buena para hacer campaña y pescar nuevas almas.

Y las galletas, ¿Qué? ¿Cuándo se colaron en el Adviento? Pues parece que hace un montonazo de años pero los Stollen y los Lebkuchen se los zampaban los monjes y demás moradores de los conventos y monasterios. La popularidad entre la gente de a pie, muy posiblemente,  llegó con la ocupación aliada y la influencia de la hora del té de los britis, y gracias a las laicas manos de las Frauen que, todo hay que decirlo, en este tipo de menesteres no tiene competencia, las variedades y especialidades han ido con el paso de los años engordando a las generaciones venideras. 

Por suerte, han tenido a bien formalizar que estos atracones de galletas solo se acusen en adviento. El resto del año ni las prueban y si te da por hornear unas pastitas de té un domingo te levantan la ceja e increpan "¡pero si no es navidad!". Tal cual.  Las Vanillekipferl son las reinas de los domingo de adviento austriacos, No puede faltar en ningún surtido. Supongo que debe de ser pecado.


Ingredientes:
  • 280gr. harina repostera
  • 100gr. almendra pelada y molida
  • 80gr. azúcar
  • 200gr. mantequilla
  • 2 yemas
  • vainilla
  • 1 pizca de sal
  • azúcar glas con azúcar avainillada para espolvorear 


Preparación
  1. Puedes ligar todos los ingredientes en una procesadora, amasadora o con unas varillas eléctricas. Si las haces a mano, haz una montañita con la harina en la encimera, forma un pozo y añade el resto de ingredientes. Amasa todo bien hasta que esté bien ligado, lo envuelves en film transparente y dejas que repose en un sitio fresco una media hora para que asiente el sabor y endurezca un poco la masa.
  2. Calienta el horno a 170ºC (160º si es de aire).
  3. Hay diferentes formas de hacer los cuernecitos. A partir de una bolita de masa, la haces rular y la doblas como un cuerno. Yo suelo hacer medias lunas extendiendo la masa en la encimera y, con ayuda de un cortagalletas redondo o el borde de una copa, voy cortando medias lunas.
  4. Pones las galletas sobre una placa de horno con una lámina de papel de hornear y hornea hasta que veas que coge apenas un poco de color (unos 10 min. máx.). Una vez frías, espolvoreas con azúcar glas.

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