Tarta de manzana asturiana
Al hilo del anterior pastel de manzana donde Agatha Christie flotaba entre manzana y manzana, me aventuro a contarte el capítulo más sórdido de la vida de la escritora que lo mismo ya sabes pero, en cualquier caso, te lo recuerdo.Inglaterra, diciembre de 1926. Mi abuelo Saturnino tenía 17 años pero este es un dato completamente irrelevante en esta trama. Lo cuento por aquello de aportar datos que queda muy de periodismo de investigación. Al lío: la Mrs. Christie está la pobre hecha polvo. Hace unos meses que su madre murió dejándola con una depresión de caballo. Su niña apenas consigue atenuar esa pena. Se centra en su vida familiar y en escribir.
Sus muchos fans le alientan a seguir adelante cosa que su marido, el Coronel Christie, parece que no pilla. El hombre anda como ausente. De hecho, está super ausente pero no es hasta aquel verano del 26 cuando le suelta el bombazo: el tipo, en lugar de cuidar de su mujer en sus horas bajas, se ha enamorado de una chica más joven, Nancy Neele, hasta el punto de querer dejar a su mujer e hija para iniciar una vida con ella. Sin mucha mano izquierda le pide el divorcio.
El otoño ha sido un infierno en casa de los Christie. Archie sigue viviendo, por lo menos de vez en cuando, en la casa familiar que comparten en Berkshire. El ambiente se hace irrespirable. El Coronel, en plan ofendido o puede que solo hastiado de su matrimonio, en una escena de las muchas que se gastan, pilla puerta y se larga a la francesa, excusa perfecta para marcharse de fin de semana con su periquita y unos amigos. Y aquí es cuando a la aún todavía legítima Mrs. se le cruzan los cables. Vaya, que la lía parda.
Puede que por despecho, venganza o simplemente porque sentía que no podía más con su cuerpo serrano, decidió tomarse unos días en un balneario de Yorkshire. Dejó tres cartas -a su secretaria, a Archibald y otra a su cuñado- informando de sus planes, fue a la habitación de su hija Rosalind, le da un beso de buenas noches y en un aquí te pillo aquí te mato, coge su Morris Cowley de color gris y sin más se larga.
El coche apareció estrellado en un barranco en Surrey. La policía encuentra una maleta y un permiso de conducir. Caducado (en la escena de un crimen, todos los detalles son importantes). Agatha Christie, la reina del misterio y el crimen de ficción, ha desaparecido.
Scotland Yard se pone manos a la obra. Encuentra al marido traidor con su amante y unos amigos de parranda. La carta que le había dejado Agatha pues como que ya no la tiene. La quemó. Transciende que habían tenido una fuerte pelea. Es más, transciende que tenían mil y una broncas día sí y día también. Eso de que el asesino es el mayordomo como que no les coló a los de Scotland Yard. Se centran en buscar el cuerpo -pensaban- sin vida de la escritora. 1.000 policías y 15.000 fans participaron en la búsqueda. Los días pasan sin rastro alguno y la moral decae. Conan Doyle, que para esto era muy creyente, acude a una medium en busca de alguna pista que poder seguir. Nada.
El misterio era a esas alturas temazo nacional. No hubo periódico que no se hiciera eco de la noticia y unos músicos que trabajaban en el Swan Hydropathic Hotel, informan que una de las huéspedes, llamada Tessa Neele -sí has oído bien, Neele como la periquita de Archie- es igualita a la Sra. Christie. Y bingo. Allá que dan con ella, vivita y coleando pero con una amnesia del ocho. En plan resumido la cosa fue así: llevaba meses deprimida, con insomnio, sin comer apenas, con el corazón hecho trizas y el alma malparada. La bronca le hace tocar fondo. Mientras conduce -¿con algún ataque de ansiedad encima?- pierde el control del coche, se estampa contra un árbol, se golpea la cabeza y no recuerda más.
La prensa, que por aquel entonces también estaba abonada a las historias amarillas, acusó a la escritora de fingir su desaparición para vengarse del marido infiel e intentar que fuera acusado de su asesinato. Lo cierto es que dos médicos diagnosticaron la pérdida de memoria transitoria. No menos cierto es que recibió tratamiento psiquiátrico tras el suceso, que le despejó al Coronel el camino del divorcio y que ella, junto a su pequeña, hizo mutis por el foro refugiándose en las Islas Canarias alejándose todo cuanto pudo de la escandalera.
En sus memorias ella omite este asuntillo. Hay mucho indignado por ello pero mira, por muy famosa que fuera, ella fue dueña de su vida y si no quiso jamás hablar de ésto en público pues se le respeta y punto. A mí, como buena fan, me da igual si fue amnesia o venganza. El Archibald se mereció el susto. Karma por canalla porque no pestañeó cuando la cortejó en Francia durante la 1ª Gran Guerra -él herido y ella enfermera- ni mientras le dedicó con absoluta devoción sus mejores años volcada en cuerpo y alma a él y a Rosalind.
Pero mira, eso que ganó ella. Un par de años después del divorció conoció al arqueólogo Max Mallowan, diez y bastantes años menor que ella y con quien vivió feliz hasta su muerte. Y como decía ella: “Cásate con un arqueólogo porque cuanto más envejezcas, más atractiva te encontrará”.
"los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar los platos convierte a cualquiera en un maníaco homicida de categoría"
Doña Agatha
Una vez más, participo en el reto de Homenajeblog y este mes nos ha tocado homenajear a Marga de La cocina de las casinas. Me hace mucha ilusión porque conozco su blog desde sus inicios, allá por el 12 cuando éramos menos los cocinillas por estos lares y nos era más fácil seguirnos la pista. Luego esto se volvió una locura y se hizo imposible mantener tanta "vida social". Creo que acierto si digo que todos hemos pasado nuestros baches -grandes o chicos- buscando ese equilibrio tan necesario entre nuestra vida real y la del blog.
Y es que lo que hacemos, se lleva mucho de nuestro tiempo por delante y sobra decir, que no nos lucramos de ello; lo hacemos por cariño al fogón y a los nuestros. Porque los que llegaron buscando fama y recompensas se han quedado casi todos por el camino. Los que seguimos al pie del perol lo hacemos por puro cariño. Así que, después de tantos años perdiendo y reencontrando la pista de Marga y su cocina, me hace muy feliz homenajear su buen hacer con esta receta tan asturiana que de algún modo, es también tan austriaca (a su manera) porque la manzana es la prota en este país que es como Asturias pero sin mar.
Ingredientes: (para un molde de 23cm)
- 50gr. de almendra cruda molida
- 160gr. de harina común
- 75gr. de azúcar
- 150gr. de mantequilla fría
- una pizca de sal
- Dulce de manzana (receta aquí)
- 2-3 manzanas
- 2cdas. de mermelada de albaricoque
- 50ml. de agua
- Opcional: 1 hoja de gelatina (yo no la he usado)
Nota:
- He usado menos almendras molidas porque no tenía. Lo he compensado poniendo más harina. Si ves que la masa se queda muy dura, añade una cucharada de agua fría y si por el contrario está algo pegajosa, añade más de harina.
Preparación:
- Precalienta el horno a 180ºC.
- Para la masa sablé: en un bol, pon la harina, las almendras molidas, el azúcar, una pizca de sal y la mantequilla fría en cubitos. Mezcla brevemente con las manos hasta ligar los ingredientes en una especie de migas. Puedes seguir amasando a mano, pero yo recurro a las varillas eléctricas para ir más rápido. Se amasa hasta que la masa queda suave.
- Engrasa el molde con un poco de mantequilla. Forra el molde con 2/3 de la masa.
- Cubre con una buena capa de dulce de manzana a tu gusto.
- Pela y corta las manzanas (primero en cuartos y luego en láminas). Colócalas sobre la tarta.
- Con el resto de la masa, la estiras con el rodillo y cortas tiras que colocaras a modo de rejilla sobre la tarta.
- Hornea hasta que empiece a coger color dorado. Si ves que coge demasiado color, baja el horno a 170ºC. Como 10 antes de sacarla del horno, pincela la superficie con la mezcla de mermelada de albaricoques y agua. Si optas por ponerle una capa final con la gelatina, sigue las instrucciones de Marga aquí.
Me encantan las tartas de manzana y esta se ve espectacular. Gracias. Bss.
ResponderEliminarGracias a ti Carmen por la visita. Un besazo
EliminarVaya tartaza que has preparado, no soy yo de dulces, pero los que llevan manzana me pueden y si que me gusta, se ve tan doradita y apetecible que me tomaría un pedazo con un cafetito. Muchos besos.
ResponderEliminarPues esta es una delicia llena de matices :-) un besazo
EliminarQuerida Maite, lo primero decirte que escribes fenomenal..y después me ha encantado encontrarte en esta nueva "vida social" gracias a Estela y Elvira. Efectivamente nos conocemos desde el 12, hemos trajinado mucho con nuestros peroles , sin ánimo de lucro, sólo por puro amor a la cocina y a la vida. graciasssssssss, tu tarta es una preciosidad, me encantaría seguir viéndote, abrazos enormes de una antigüa como tú, jajjaja
ResponderEliminarLo mismo digo Marga! lo he disfrutado mucho. Que no se pierda lo bueno :-) Un besazo
EliminarQué entrada más fantástica y qué bien hilado... La tarta preciosa, y tiene que estar rica no, lo siguiente. Qué tendrán las tartas de manzana qué hay cientos de ellas y todas están igual de ricas. Me gusta mucho la tuya y me apetece seguir disfrutando de tus post y tu cocina. Un beso
ResponderEliminarVerdad que sí? Madre mía la de formas que hay de hacer las manzanas y de todas maneras está deliciosa. No sé por qué la asociamos con la discordia por culpa de unos dioses envidiosillos cuando es la reina de la repostería:-) Un besazo
EliminarMe encantan las tartas de manzana, encuentro que hacen "hogar", pero es que además te ha quedado perfectíssima...madre mía!!!
ResponderEliminarbesitos
Muchas gracias :-) un besazo
EliminarPuedo oler desde aquí el aroma de tu cocina y es que las tartas de manzana son una delicia para todo.
ResponderEliminarBueno, bueno, ni que lo digas. Soy super fan, ni te imaginas como nos gustan! un besazo
EliminarMMe imagino el olorcito en tu casa, que delicia.
ResponderEliminarFelicidades por la receta.
Besos.
Un besazo Elvira :-)
EliminarMe parece estupenda esta receta,gracias
ResponderEliminarMuchas gracias Begoña. Un abrazo
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