Gazpacho de pepino y manzana

saborDel lat. sapor, -ōris.m. Sensación que ciertos cuerpos producen en el órgano del gusto.m. Impresión que algo produce en el ánimo.m. Propiedad que tienen algunas cosas de parecerse a otras con que se las compara. Un poema de sabor clásico.m. Cada una de las cuentas redondas y prolongadas que se ponen en el freno, junto al bocado, para refrescar la boca del caballo. U. m. en pl.m. desus. Deseo o voluntad de algo.
Olivia y Jaime empezaron a quedar casi a diario. Él no era muy dado a construir castillos en el aire pero esta vez su imaginación volaba alrededor de esta mujer medio marciana preocupada hasta el infinito en que bebiera al menos un par de eisrooibos con flor de Jamaica al día. Tan atontado estaba enredado en el ámbar de sus ojos que no se había percatado de las cavilaciones de ella, quien se empleaba en cuerpo y alma en la búsqueda del elixir definitivo que eliminara por completo el mal sabor que le producían los hombres en general y Jaime en particular, porque a pesar de no resultarle tan amargo y agriado como los demás -gracias al rooibos y a la flor de Jamaica- el regustillo que sentía en su paladar después de cada beso, seguía sin desprender las dulces sensaciones que ella tanto ansiaba.
Su cocina se había convertido en un laboratorio de sabores en busca del umami, rotundo e irrevocable, ese que debía neutralizar el desagradable regustillo que su misteriosa androfobia atacaba a su paladar cada vez que besaba a un varón. Tuvo que conocer a Jaime para alimentar no solo la ilusión de construir un amor inmenso a su alrededor sino además, para sentir una esperanza infinita -al fin- de saber que con un poco de dedicación y esfuerzo lograría carbonizar definitivamente esa androfobia para la que no existía cura.
Y es que había algo definitivo en Jaime, algo que le hacía completamente especial porque, como las fobias no son en absoluto sencillas de abordar, ese mismo sabor que ella sentía al besar, lo sentían los caballeros al probar sus ricos platos que eran puro deleite para las señoras. Menos para Jaime, que le sabían a gloria. Disfrutaba a rabiar de los platos de Olivia con tanto embeleso que ella se derretía de puro gusto.
No había más remedio que seguir experimentando con más viandas: sopas, pucheros, guisos, arroces, flanes, bizcochos... probó y probó y Jaime saboreó y saboreó pero el chasquido de los besos seguían sin saber a lo que tenían que saber hasta que llegó el día que la huerta empezó a dar sus frutos.
Ese año todo había llegado retrasado. Había llovido mucho inesperadamente y eso hizo que los tomates se retrasaran, las cebollas se hincharan y los pepinos maduraron pequeños y rechonchos hinchados de agua y semillas. Aún así, no se amilanó. Preparó un fresquito y delicioso gazpacho de pepino y manzana y, aunque dudó al hacerlo, se decantó por no ponerle ajo por aquello de no perder el aliento. El bueno.
No se sabe si fueron los pepinos despepitados, o el yogur griego o la manzana. O todo junto. Pero a Jaime el gazpacho le supo a gloria y a ella, él. Se lo comió a besos y ya no hubo más amargores ni indigestiones ni reflujos ni vómitos. Nunca supo si el sortilegio se había producido solo en Jaime o también se extendió al resto de los hombres porque ella no sintió jamás ganas de besar a ningún otro Jaime, Manuel o Fernando.
Fin. (No hay gazpacho de pepino sin final feliz)
Ingredientes:- Un par de pepinos pelados de calibre estándar
- 1 manzana a tu gusto
- Un trocito de cebolla dulce para ensaladas
- Una tacita de yogur griego
- unas hojas de menta o hierbabuena
- sal y pimienta
- vinagre de vino (del bueno)
- aceite de oliva (de bueno)
Preparación:
- Pon todos los ingredientes en la batidora y bate y bate hasta que quede el gazpacho fino y cremoso. Rectifica de sal y vinagre a tu gusto.
- Deja que enfríe antes de servir.
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