Pastel integral requete jugoso de grosellas

Acabo de enterarme que hay unas cositas llamadas baños de bosques o terapia forestal que consiste en pasar tiempo en un bosque o entorno natural, lejos del mundanal ruido con el fin de dejarte llevar por actividades sensoriales donde un guía especializado hará que conectes con la madre natura y así obtener beneficios para tu salud como  bajar el estrés,  mejorar el ánimo, tu capacidad de concentración y creatividad, en fin, todo cosas buenas bajo un módico pago a tu guía de unos 30€ por persona y un par de horas de paseo por el campo.

Yo, qué quieres si soy de otra generación -no soy Baby Boomer por los pelos- y en mi rígida mentalidad de clase media española mi contacto con la naturaleza consiste en hacer excursiones que incluyen caminata y merienda, algunas veces con suerte, incluían también baño en un río o embalse en aquellos viejunos años donde uno podía bañarse y comer sandía con júbilo y alegría. A la vuelta de la excursión -española o austriaca que para esto no hay nacionalidad- siempre se llega al hogar hambriento por lo que se vuelve primordial dejar un dulce listo para ser despachado sin remilgos.
A mí hay modernidades que se me escapan y no por falta de mentalidad abierta sino por decencia social. Me explico: todas estas terapias del bienestar están diseñadas para hurgar en la brecha social que como siempre ha sido, se construye a partir de lo económico. Ya Manolito gafotas, en sus tiempos, se sentía afortunado de ser del barrio de Carabanchel porque a él las collejas de su madre no le hacían efecto pero había oído hablar, que en los barrios finos de Madrid, por mucho menos los niños tenían que ir al psicólogo. Pues eso.

Es esa cultura del supuesto bienestar basado en la capacidad de gastar cuanto más mejor en pseudoterapias para mejorar la salud mental, convertirnos en seres de luz y poner distancia a la mediocridad ambiental de quien llega a duras penas a fin de mes en medio de ese discurso tan macabramente extendido en redes que afirma que quien no triunfa es por débil y cobarde.
Tan absurdo se está volviendo todo, que la gente se broncea el ano, toma baños en cámaras de nitrógeno líquido, se biodecodifica familiarmente para curarse enfermedades o se inyecta plasma de jovenzuelos para retrasar el envejecimiento. Y nada de esto es barato. y a saber cuantas barbaridades más están haciendo a golpe de talón que desconocemos.

En fin, que conmigo no cuenten porque yo no voy a pagar por ninguna de estas tontadas y si eso me ancla en ser una modesta y poco glamurosa señora de provincias pues que así sea. Que no me voy a despeinar, así te lo digo. Que yo no pago por descubrir esos senderos certificados que supuestamente esconcen la panacea del bienestar. Yo me conformo con seguir los senderos oficiales que el estado tiene a bien señalizarlos para evitar perdernos. Me conformo con un día de excursión en familia, de ejercicio sanote y reponer las calorías perdidas con un buen trozo de pastel.
Ingredientes:

  • 100gr. harina integral (he usado espelta)
  • 50gr. de harina de almendra (o molida)
  • 1 cdta. de polvos de hornear
  • 40gr. de azúcar de abedul (xilit)
  • 35gr. de azúcar de coco o panela
  • vainilla
  • 65gr. de mantequilla fría
  • 350-400gr. de grosellas
  • 200gr. de creme fraiche
  • 4 huevos
  • 100gr. de azúcar
  • vainilla
  • ralladura de limón

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 180ºC.
  2. En un bol, mezcla con las manos las harinas, los polvos, los azúcares, la vainilla y la mantequilla.
  3. En un molde previamente engrasado, recúbrelo con esta masa. Reserva.
  4. En otro bol, mezcla con ayuda de unas varillas, la creme fraiche, los huevos, el azúcar, la vainilla y la ralladura de limón. Añade este líquido sobre el molde. Termina añadiendo las grosellas.
  5. Hornea hasta que veas que el pastel está dorado y bien cuajado. Si lo ves necesario, baja la temperatura a 160ºC y cubre con papel de aluminio. Enfría y espolvorea con azúcar glas.

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