Tiras de pollo a la salsa Valentina, la leona de Norotal

Valentina Ramirez Avitia tenía 17 años cuando las tropas del General Ramón Iturbe pasaron por Norotal, Durango. La revolución contra el dictador Porfirio Díaz estaba en pleno apogeo y cientos de mexicanos se iban sumando a las tropas del General. A los soldados les acompañaban las llamadas soldaderas, mujeres humildes pero decididas que envueltas en sus rebozos y medio descalzas, con los chiquillos a cuestas, seguían a los soldados encargándose de lo doméstico además del cuidado de heridos y enfermos.

Pero Valentina no quería ser soldadera. Ella había oído hablar de mujeres que habían tomado la carabina y luchaban como soldados en los ejércitos revolucionarios. En especial, se hablaba mucho de Clara de la Rocha, duranguesa como ella que luchaba junto a su padre bajo las ordenes de Iturbe. Cuando su padre se dispuso a marcharse, la chiquilla no dudó en vestirse con la ropa de un hermano y se fue con él sin mirar atrás, sin tener en cuenta que dejaba tras de sí a una madre enferma a la que nunca más volvería a ver.

Su padre murió pronto en batalla. Ella continúo la lucha con bravura, tanto que tras la toma de Culiacán y en reconocimiento a sus méritos, fue ascendida a teniente. Por aquellos días pasaba lo que aún pasa; las mujeres ganaban mucho menos que los varones así que muchas de ellas optaron por hacerse pasar por hombres y así cobrar lo merecido. De este modo, es como Valentina pasó a ser Juan Ramírez.

Fueron muchas las bravas mujeres que lucharon por la revolución y que muy injustamente -dicen que porque dejaban en evidencia a muchos varones que no lograban igualarlas en inteligencia y dones de mando- se las expulsó sin miramientos mediante una circular emitida el 18 de marzo de 1916, que decía: "Se declaran nulos todos los nombramientos militares expedidos a favor de señoras y señoritas, cualesquiera que hayan sido los servicios que éstas hayan prestado". Se las echó sin más quedando en el olvido por muchos años.
Aunque la leyenda de Valentina cuenta que se la expulsó del ejercito porque vieron sus trenzas descubriéndose así que era mujer, no me cuadra en absoluto. Lo sabían, de hecho un periodista la fotografió pocos días antes de la toma de  Culiacán y su foto fue publicada con su nombre real.  Además, no era la única mujer luchando junto al general; Clarita de la Rocha, que llegó a coronela, luchó siempre vestida de mujer. No, lo más sensato es pensar que fue expulsada injustamente con las demás revolucionarias.

En cualquier caso, Valentina fue licenciada y no pudo regresar a su hogar. Fue rechazada por su familia que no le perdonó haber abandonado a su madre enferma. Se casó con el Coronel Federico Cárdenas quien murió poco después. Volvió a contraer matrimonio, pero la cosa no fue bien. Plantó al marido pero ¿qué opciones tenía una mujer sola sin renta ni pensión? y así es como en 1936 se la encontró el General Iturbe, mendigando en la puerta de una iglesia. La reconoció e intercedió por ella consiguiendo que fuera admitida como sirvienta en una familia de Navolato. Años después y tras la marcha de la familia, Valentina volvió a quedarse sin un techo. Con algún ahorro, se hizo con un pequeño jacal donde lavaba y planchaba ropa para ganarse la vida.

Supo que el gobierno, en un intento de recompensar a las revolucionarias, estaba concediendo pensiones a las veteranas así que en 1962 presentó su solicitud en la cual, ante la pregunta del motivo por el que causó baja en el ejercito se leía "por ser mujer". Pero el gobierno no quiso recompensar a las mujeres que se hicieron pasar por hombres para cobrar las pagas y Valentina, como tal, solo había servido cinco meses y diez días. Se la reconoció como veterana pero sin derecho a pensión.

Como si no fueran suficientes las penurias de la leona de Norotal, como se la llegó a conocer, quiso la desgracia que sufriera un tremendo accidente: un coche la atropelló dejándola invalida e impedida. Dicen que Clarita de la Rocha no dejó de visitarla en todos estos años y tras el accidente, cuando el Ayuntamiento de Culiacán la internó en un asilo para indigentes, ayudó a la anciana a escaparse porque, según decía ella misma: "prefiero morir junto a mis perros que vivir prisionera". Malvivió diez años más, arrastrándose encima de una tablilla y mendigando, hasta que un incendio en su casa se la devoró. Dicen que siempre tenía una candela prendida junto a la Virgen de Guadalupe. Falleció el 4 de abril de 1979.
La famosa salsa Valentina, según sus dueños, lleva el nombre en honor de la leona de Norotal aunque soy algo escéptica. Estoy segura que de ser cierto, la empresa no hubiera pasado por alto las penurias de sus últimos años. En cualquier caso, este reconocimiento ha sido el motivo por el que Valentina -y Juan- Ramírez han sido rescatados de esa historia revolucionaria mexicana que se olvidó de sus mujeres más bravas, valientes y comprometidas. Estos son los nombres de las heroínas de la revolución que he conseguido encontrar:

Juana Castro Vázquez, Josefa Pérez Navarro, Sofía Fernández de Lara, Rosa Padilla Camacho, Juana Brito Morales, María de la Luz Espinosa Barrera, Adoración Ocampo Sámano, Amelio/a Robles Ávila, María Encarnación Mares viuda de Cárdenas, Josefina Arce viuda de Gálvez, Victoria Becerra de Hernández, Clara de la Rocha, Marcela Torres Laguna, María Gutiérrez Guerrero, María Martínez viuda de Ganda, María Trinidad Ontiveros, Carmen Parra viuda de Alaniz, María Luisa Hernández, María Ortega Villagómez, María Asunción Villegas Torres, Mercedes Rodriguez Malpica y Catalina Zapata Muñoz.
No se nos reconoció la igualdad jurídica hasta 1975, cuando entra en vigor la reforma al artículo 4° Constitucional. Sin embargo, en la 1ª Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, celebrada en México, se nos negó la posibilidad de representarnos a nosotras mismas cuando el entonces presidente, Luis Echeverría, designó a Pedro Ojeda Paullada como el embajador de las mujeres.

Las mujeres hemos aportado de muchas diversas maneras a todos los movimientos que nos forjaron como nación, pero nuestra contribución ha sido excluida de la historia hasta casi desaparecerla.

Qué bueno que por lo menos el nombre de una se vea reflejado, aunque sea en una botella de salsa.

Maricruz Ocampo Guerrero.
Esta receta es un homenaje a las rebeldes mexicanas, no a la revolución que las despachó, porque en el momento en que arrinconó a sus mujeres se quedó estéril, pobre y sin sentido. La nación sigue teniendo una cuenta pendiente con ellas;  17.776 mujeres han sido asesinadas en cinco años y el 70% de las mexicanas ha sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Señores, ándense con cuidado porque el día que a estas señoras se les seque el agua del florero y se declaren en rebeldía, no va a ver salsa picante que las detenga. 


Ingredientes para 2 raciones:
  • 2 pechugas de pollo
  • un chorrito de salsa Worcestershire
  • un buen chorro de salsa Valentina
  • 1 cdta. de sirope de agave o aguamiel
  • sal y pimienta
  • 1 huevo
  • 2 dientes de ajo
  • 3 cucharadas de harina
  • 1 cdta. de pimentón
  • 1/2 cdta. de comino molido
  • 1/2 cdta. de orégano
  • Aceite abundante para freír

Notas: 
  • Serví las tiras de pollo con un arroz blanco que cocí con 1/2 cebolla y un diente de ajo entero que luego retiré. Al agua de cocer el arroz, le añadí además de sal, el zumo de medio limón. Preparé también una picada de tomate, aguacate y cebolla que aliñe con sal, limón y un poco del agua del bote de unos jalapeños escabechados.
  • En el paso a paso, en las fotos solo puse dos cucharadas de harina. A última hora, me arrepentí y le puse una cucharada más que las fotos no lo reflejan pero así quedó mejor el rebozado.

Preparación:
  1. Corta el pollo en tiras y marínalo con ambas salsas, sal y pimienta.
  2. En un plato, mezcla el pollo con las especias, el ajo machacado y el huevo, Si ves que queda muy dura la masa, añade 1-2 cucharadas de agua. Mezcla esta masa con el pollo marinado.
  3. Calienta el aceite y vas friendo las tiras de pollo.




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