Arroz con leche

Querida Mari Pili,

Te extrañará que te escriba después de tantos años sin saber la una de la otra pero he sabido, a través de tu sobrina Paloma, que sigues viviendo en la misma casa de siempre. Y para que tú veas, hace tanto que no escribo una carta que no sé ni cuanto cuestan los sellos y me temo que tampoco sé tu código postal. Tendré que preguntar en el estanco, y a saber si todavía existen los buzones de correos. 

Tu sobrina ya me ha contado que el Anselmo murió hace un par de años y que tú no quisiste hacerle luto porque ya andabais separados y de malas formas. En fin, si en lugar de robarme el novio a la chita callando, hubieras dado la cara, yo podría haberte anticipado que aparte de la guapura, al señoritingo le faltaba un hervor, un refrito y hasta tres horas de cocción en olla rápida y que si lo querías pues para ti, tuyo para siempre y que te lo podías comer hasta en pepitoria. Pero no, tuviste que traicionarme de aquella manera, con mentiras y a la fuga para que el escándalo fuera más sonado y bochornoso.
Pero mira, favor que me hiciste porque yo era joven, me derretía por ese pollo y en mi simplicidad ante la vida, creía que podría enderezarle después del matrimonio pero ya sabemos a estas alturas de la vida que al bala perdida no hay quien lo ate. De eso sabes tú más que yo. Gracias al escándalo, hice muy buenas migas con Manola, seguro que la recuerdas porque también la levantaste el novio, quien me presentó a su primo Alfonso con quien me casé once meses después, muy enamorada, de blanco y sin penaltis. 

Hemos tenido una vida muy bonita en Irun, donde mi esposo tenía una notaria y aunque no hemos podido tener hijos propios, tenemos un pandilla de sobrinos maravillosos que nos han querido a rabiar. A mi vida no le ha faltado de nada salvo haberla compartido con mi amiga del alma que prefirió jugárselo todo a una carta y fugarse con ese lechuguino que te ha pagado el sacrificio dándote mala vida. 

En fin, quería que supieras que estoy de nuevo en Madrid, voy a pasar una temporada en casa de Manola, en nuestro barrio de siempre y aunque a simple vista ha cambiado mucho, a mi me sigue pareciendo el mismo. Puede que volver a Virgen de la Esperanza me halla ablandado el rencor que te tenía, o puede que sea el arroz con leche que me acabo de comer en la cafetería de la calle Silvano que de forma milagrosa sigue en su lugar de siempre. Puede que ya te haya perdonado aunque a veces sigo queriendo arrancarte los pelos de esa cabezota tuya que perdiste por un pisaverde de ocho cuartos. En cualquier caso, si quieres encontrarme, cada lunes me encontrarás en esta cafetería, donde ahora te escribo estas letras, y que es el único día que el menú incluye este arroz con leche tan rico.

Atentamente, tu ex amiga del alma que de vez en cuando te añora sinceramente.

Insta-relato dedicado a @itziar_elizondo que me retó a escribir la historia de "una anciana, una cafetería, comedia y un reencuentro"
 

Ingredientes: para 6 raciones:
  • 1 litro de leche entera
  • 100gr. de azúcar
  • 1 rama de canela
  • la cáscara de un limón
  • algo de vainilla
  • 250gr. de arroz redondo

Preparación:
  1. Calienta la leche con el azúcar, la canela, la ralladura y la vainilla. Cuando rompa a hervir, añades el arroz.
  2. Baja a fuego medio y vas removiendo con frecuencia. Si ves que se seca demasiado, añade algo más de leche. En unos 30 minutos estará listo. Deja enfriar.

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