Laugenbrezeln rellenos al horno

Cuentan por lo mentideros de las redes sociales, que en una entrevista le preguntaron a Bob Marley ¿Existe la mujer perfecta? Y ni corto ni perezoso, soltó lo siguiente:
¿A quién le importa la perfección? Ni siquiera la luna es perfecta, está llena de cráteres; el mar es increíblemente bello, pero salado y oscuro en las profundidades; el cielo siempre está infinito, pero a menudo nublado. Así que no todo lo bello es perfecto. Es especial. 
También le preguntaron otra vez que qué opinaba de la gente que cantaba y bailaba sus canciones sin reflexionar sobre la letra, bailando con super buena onda letras tristísimas. Dijo que eso daba igual, que las palabras hacen solas su magia que lo importante es oírlas porque algo siempre queda dentro. Pero ésta es otra historia. Porque como le dijo Umbral a la Milá en aquel debate "yo he venido a hablar de mi libro" pues eso, que yo he venido a hablar de mujeres aunque de Marley hay que hablar... pronto, lo prometo.
Pero de nuevo vengo chirriona por culpa de esas frases que a pesa de ser puro cliché no conseguimos despegarlas de nuestra fisonomía porque el rollo este de la mujer perfecta pasa siempre por ser una mujer de aspecto y figura impecable. Luego ya se le van añadiendo los extras: buena amiga, buena esposa, buena compañera, buena madre, buena profesional, buena ama de casa... buena, buena y buena. ¡Qué fatiga, madre mía! 

Y claro, defraudamos. ¡Cómo no! A ver quien es la buena que es capaz de vivir a diario tirando del arquetipo universal de perfección, esa que no tienen ni la luna ni los océanos, esa que no gasta nadie en toda la galaxia pero que, por lo que sea, nos ha tocado a las mujeres terrícolas abanderar.  "La mujer perfecta, la ideal". No me jorobes.
Y claro, tiramos de rebeldía, qué sí no. De hecho, es lo más perfecto e ideal que podemos hacer. Por salud mental, vaya. Porque si eso, puede que nos rompamos de pura ansiedad porque la talla 36, las piernas largas y los pechos en su sitio duran poco. La naturaleza, los años y los hijos nos van dejando como uvas pasas y encima, cuando llega la menopausia, como premio a haber parido, a haber estado padeciendo menstruaciones insufribles, nos jubila el útero y nos paga con sofocones, sequedades, insomnios, caída de pelo, cogida gratuita de kilos, dolor de articulaciones y patas de gallo. En fin, que nos despachan de mala manera sin preguntarnos siquiera eso de "Señora, ¿quiere bolsa?"

A la receta: estos panes son un clásico en Austria y Bavaria. Son Brezeln pero en forma de barrita para rellenar. También los hay redondos. Son una perdición y no es más que una barrita de pan clásica pero bañada antes de hornear en agua  con Natron (bicarbonato). También se hacen cruasanes super ricos. A ver si le echo ganas y los hago caseros para poder acercarte estos sabores tan germanotes. El relleno también es un clásico que ya hice algo parecido con la pizza alemana, el dinnete. Pero aquí no hay normas ni Laugen perfectos. ¡Tira por donde más te guste!
Ingredientes:
  • 5 barritas tipo Brezeln (o las que más te gusten)
  • Queso de untar la finas hierbas
  • cebollino picado
  • tomate muy picado
  • Pimiento muy picado
  • cebolleta muy picada
  • queso rallado
  • speck y cabanosi (bacon ahumado y longaniza blanca)

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 200ºC.
  2. Corta las barritas por la mitad y las untas con el queso crema. Después un poquito de cebollino, tomate, pimiento y cebolleta todo muy muy picado. 
  3. Añade el queso rallado y pon por encima los trocitos de speck y/o cabanosi. hornea hasta que estén doraditos.

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