Pana cotta de coco y yogur con salsa de naranja

En 1.997 Alana creó una página web donde empezó a compartir sus pensamientos como "alma solitaria" con problemas para socializar emocionalmente y contaba abiertamente su incapacidad a la hora de encontrar pareja pese a ser algo que deseaba con toda su alma. Le fastidiaba enormemente los chistes crueles que se hacían sobre las "vírgenes solitarias" cuando una chica llegaba a una edad donde ya era raro que no hubiera salido con nadie. Cada vez más gente acudía a su web; al principio chicas como ella pero poco a poco, los varones se sumaron abiertamente compartiendo experiencias, soledades y consejos. 

Este proyecto, pretendía dar esperanza a aquellas personas que les costaba establecer relaciones amorosas porque, bajo su propia experiencia y reflexiones, Alana  sabía que su incapacidad no era tal, sino más bien un retraso en el proceso. Era consciente que las personas como ella, con muchas inseguridades personales y cierto grado de inmadurez emocional, les lleva más tiempo salir con gente y tener relaciones románticas y sexuales. Su web se llamaba Alana’s Involuntary Celibacy Proyect y comenzó a usar el término incel (in-voluntary cel-ibacy) para referirse a esta comunidad de almas desamparadas.
Ella encontró pareja y se alejó del proyecto dejándolo en manos de administradores que moderaban el foro. Otros espacios parecidos surgieron y poco a poco el proyecto de Alana fue dando un giro tremendo masculinizando el espacio e impregnándolo todo con sentimientos de odio y en vez de ser un movimiento de autosuperación personal y consuelo, estos grupos proyectaban toda la responsabilidad hacia las mujeres, sintiéndose víctimas de una sociedad opresora hacia los varones que les niega en mayor o menor medida el "acceso" al sexo débil.

La verdad, para mí hay una diferencia tremenda de lo que fue el movimiento a lo que es ahora. Estos tipos, que por cierto, encajan a la perfección con subculturas de corte machista e ideologías autoritarias, no solo han echado a las féminas del proyecto de Alana sino que toda su frustración la arrojan contra ellas convirtiendo las inseguridades personales en autocompasión -ya que lo asocian a su propio victimismo- y la fragilidad emocional en autodesprecio y rencor porque asumen -y adoctrinan- con argumentarios que les eximen de ninguna responsabilidad. El viejo cuento de pensar que si eres víctima no tienes porqué asumir responsabilidades sociales ni emocionales.

Imagina un muchacho con las fragilidades de Alana, perdido en su adolescencia pero deseando amar y ser amado; imagina que a este chico le llueven un montón de argumentos que explican que las chicas le ignoran porque buscan siempre parejas de mayor estatus social, económico y atractivo físico; imagina que  el mensaje que le llega es de "si no eres alfa, mala suerte, no tienes lugar y eso es inalterable"; imagina que le convencen -se autoconvence- de que la naturaleza femenina es así y no cambia puesto que es un principio biológico insalvable.
Chicos que si hubieran tenido espacios como el proyecto de Alana, habrían comprendido que no es una cuestión de sexos sino de desarrollo personal. Que la madurez emocional tarda en llegar, y que la única esperanza es seguir trabajando la autoconfianza y la empatía. Que en la adolescencia todos somos muy zotes y hacemos y decimos tonterías pero que el buen juicio se va abriendo paso con los años y que el mundo está lleno de personas únicas que son maravillosas; que unas nos gustarán en plan romántico y otras no. Pero que esto es parte de la vida.

Lástima, porque en vez de esto se les está alimentando el odio, los comportamientos antisociales, la depresión, pensamientos suicidas, acoso, señalamientos... y en medio de todo, comunidades toxicas en redes que claman como si fueran héroes, a los autores de atentados violentos contra escuelas e institutos. Chicos que llegan a convencerse que la única manera de salir de su ostracismo en con un arma en la mano y a tiros contra inocentes.

Esto es lo que ha pasado en Austria. No estamos haciendo caso de las señales y 10 críos y un profesor han muerto porque un chico decidió cruzar la raya. 
Ingredientes:
  • 400ml. leche de coco
  • 70-100gr. de azúcar (para mí con 70gr. perfecto)
  • vainilla
  • 6 hojas de gelatina
  • 400ml. de yogur griego

Para la salsa de naranja:
  • zumo de dos naranjas grandes
  • ralladura de naranja
  • 50gr. de azúcar de coco o panela
  • 150ml. de nata líquida

Preparación:
  1. Pon en remojo las láminas gelatina en agua fría, mínimo 10 minutos.
  2. Pon en un cazo los ingredientes para la salsa (el zumo, la ralladura y el azúcar). A fuego fuerte, espera que rompa a hervir y deja que reduzca un poco. Añade la nata y deja también que reduzca unos 4-5min. removiendo regularmente. Reserva y deja que enfríe.
  3. Mientras, pon en un cazo la leche de coco, con el azúcar y la vainilla. Espera que rompa a hervir y lo separas del fuego. Le añades la gelatina escurriendo el agua con la mano y remueve hasta que quede completamente diluida. Yo lo  hago con la batidora eléctrica. Añade el yogur y sigue batiendo hasta que esté completamente sin grumos.
  4. Rellena los moldes (6 moldes) y deja que enfríen en la nevera. Los pequeños en 3-4 horas están listo. En un molde grande, necesitará más tiempo.
  5. Sirve con unas migas de galletas y con un buen chorro de salsa de naranja por encima.

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