Sopa de picadillo con arroz

recuerdo
1. m. Memoria que se hace o aviso que se da de algo pasado o de que ya se habló.
2. m. Cosa que se regala en testimonio de buen afecto.
3. m. Objeto que se conserva para recordar a una persona, una circunstancia, un suceso, etc. No he querido desprenderme de los recuerdos de familia.
4. m. pl. memorias (‖ saludo por escrito o por medio de tercera persona).

Todos los tenemos, pero cada cual alimenta los suyos a su manera así que cada recuerdo es personal e intransferible. Incluso los comunes, los que acontecieron compartidos, son únicos y no faltan los debates cuando se evocan en grupo. A veces son solo pequeños matices y otras tantas los protagonistas recuerdan películas completamente dispares. Esto tiene su explicación científica con la cual no voy a gastar estas líneas de hoy; lo guardo para otra ocasión. Hoy los recuerdos van a rondar por otros derroteros, pero no descarto que alguno de los personajes de mi historia diga que eso no fue así o que fue asá. Es una simple cuestión de perspectiva. Y aquí va la mía... 

Pertenezco a una generación donde los sentimientos no había que mostrarlos mucho. Decir un "te quiero" era algo de muchísimo peso y si hoy querías y mañana dejabas de querer, se te podía tachar de persona superflua o de poca talla moral. Sí que es verdad que las mujeres sobre este particular, lo hemos tenido más fácil; hemos podido llorar y expresar amor con más libertad, pero al tiempo, contra más efusiva, alegre y amorosa fueras, más propensa era la gente a tacharte de "locuela", "ligerita", "inocentona"... así que somos bastantes las generaciones que crecimos un poco a lo John Wayne y Ava Gardner, bajo ese cliché de hombre duro versus mujer fatal que tanto se llevaba por aquel entonces. Y eso deja secuelas por mucho que con el paso de los años lo hayamos superado. O no.
Quizás por eso, mirar a la infancia nos hace tan felices. Es después de todo, el periodo de nuestra vida donde más besos, y abrazos, y caricias, y dulzuras, y más de lo más hemos recibido de forma sincera, gratuita... porque sí. Y nuestra mente, que a nivel afectivo es insaciable, se inunda en esas mieles abrigando los recuerdos, manipulándolos para hacerlos más bonitos y entrañables si cabe. Tanto los magnifica, que hay olores y sabores que nunca más volvemos a encontrar. La comida de nuestras abuelas o de nuestras madres cuando nos faltan, son sabores que jamás de los jamases volvemos a reencontrar porque los hemos fortificado en el recuerdo.

Y por eso ante la orfandad, los recuerdos se quedan tiritando, asustados porque temen que ya nadie los arrope y los alimente. Cuántas veces he lamentado no haber preguntado más, o apuntado mejor; cuantos recuerdos de aquellos años, para mí los más felices de mi infancia, los vividos en Daimiel, se habían quedado sin las voces que podían despertar los clari-oscuros de mi memoria de mosquito: recuerdo el olor de los rosales del jardincito, el olor a Tabac que desprendía mi padre, el que salía de la cooperativa de vinos cuando la vendimia así como a los chiquillos corriendo detrás de los tractores pidiendo uvas. Recuerdo el sabor de los polos que se vendían en el parque y del guardés que me daba mucho miedo, igual que los encapuchados en las procesiones y los gigantes y cabezudos.
Y de entre todos los recuerdos de entonces a Ito y a Mila son a quienes más llevamos en el alma. Ya te hablé de ellas cuando te conté mi historia de amor con el espía porque el cariño tan grande que sentíamos por ellas se anudó de tal manera a nuestra infancia, que nuestros recuerdos naufragarían sin ellas al timón.  Cuando volvimos a Madrid, todo cambió y mucho. Asocio ese hecho a la obligación de hacerme mayor. Las visitas a Daimiel cada vez eran menos frecuentes porque es lo que pasa cuando uno crece; se emplea el tiempo en comerse el mundo aparcando un poco lo que viene de atrás. Luego llegaron las enfermedades, las perdidas -nos faltó Juanpe, la ausencia más dolorosa- y me volví cobarde. Apenas regresé al pasado y me conformé con tirar para adelante. El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos y perdimos el contacto con ellas. Ya sabes que antes no era como ahora porque internet nos permite acercarnos mucho mejor.

El caso es que andaba melancólica y casi de puro sin querer llegue a un grupo de facebook llamado Daimiel en el recuerdo. Subí un par de fotos y conté un poco quienes éramos y donde vivíamos. Había gente que me daba nombres y señas y ahí estaba yo desorientada sin poder poner caras y sin hilar en fino ni una historia. Hasta que vi un comentario de Alberto: "Hola Maite, soy el hijo de  Mila". Casi muero ahí mismo. De amor, de emoción y de sentirme la mujer más suertuda de este mundo porque cuando creía perdidos mis recuerdos de Daimiel, en un instante sentí que el timón volvía a estar en su sitio. Me dio señas de todos, yo recados para repartir cuando la cuarentena lo permita, deseos irrefrenables de volver porque de ella fundamentalmente recuerdo el olor de su piel y su tacto, lo mismo que de Ito. Las caras se desdibujan pero los sentidos siempre están frescos.

Conspiré con Alberto para publicar una receta que fuera muy de Mila para este post. Pensó en la sopa de picadillo de Daimiel que ella la hace maravillosamente bien pero imposible hacerme con higaditos de pollo. Opté por hacerla al estilo de mi madre pero con un truqui de Mila -ese sofrito con la almendra, el ajo y el azafrán- y esta maravillosa sopa que ha chiflado a los chicos, se quedará de hoy en adelante así, tal cual: la sopa del recuerdo. Para probar la de Mila no tendré más remedio que esperar. La vida es impredecible. A veces un fastidio. Otras una delicia.


Ingredientes para 4 raciones:
  • 1 litro y 1/2 de caldo de puchero (o de pollo)
  • 1 ó 2 dientes de ajo
  • unas 6 almendras peladas
  • 1 ó 2 hebras de azafrán manchego
  • 1 taza de arroz (unos 125gr.)
  • un cuarto de pollo ya cocido en el puchero
  • unos taquitos de jamón a tu gusto
  • 2 huevos duros
  • unos trocitos de pan frito

Preparación:
  1. Prepara primero el sofrito para el caldo: en la cacerola, pones un poquito de aceite y saltea los tacos de jamón. Los reservas. añade los ajos en láminas y las almendras partidas ligeramente con el cuchillo. Salteas, añades la hebra de azafrán y cubres con algo del caldo. deja que cueza a fuego fuerte unos 5 minutos. Lo retiras y lo pasas bien por la batidora hasta que quede el caldo muy liso,
  2. Calienta el caldo del puchero con el caldo del sofrito. Cuando rompa a hervir, añade el arroz y  deja que cueza a fuego lento hasta que el arroz esté tierno. 
  3. Unos 5 minutos antes de que el arroz este listo, añade los tropezones: los taquitos de jamón, el pollo troceado y limpio y los huevos duros troceados. Que cada comensal se sirva pan frito a su gusto

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16 comentarios

  1. Que sorpresa me he llevado más buena cuando he ido a apagar el ordenador, una de tus estupendas historias y una sopa exquisita, es que las de picadillo con un caldito casero me pierden. Si viene tan bien avalada como ésta, me gusta más todavía.
    Un beso.

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  2. Agradezco mucho estas sopas con un aroma tradicional.Somos andaluces y en andalucía se come mucho.Buenas noches.

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  3. ummm pues tiene una pinta increible!!

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  4. Rica y sabrosa esa sopa...que realmente me evoca sin remedio y sin esfuerzo a mi abuela, y ahora por herencia a mi madre....si!!! A Mila....yo su hija, hermana de Alberto....nos alegramos de esa memoria tuya, y de esos recuerdos tan bonitos que guardas de tu infancia...aquí tu casa para cuando quieras!!!

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    1. ¡Holaaaaa! ¡qué alegría! te vi una vez de bebita :-) un besazo enorme

      PD: y de tu abuela también me acuerdo... de sus dulces que siempre tenía algo para darnos de camino del cole a casa

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  5. Que linda historia Mai! Qué placer que hayas podido contactarte con alguien de tu pasado. Esos momentos son como bocanadas de oxígeno para el alma. A mí me pasa que no me acuerdo mucho de mi infancia, solo pedazos , como recortes. Supongo que el cerebro también decide que es lo que quiere recordar, andá a saber porqué extraña razón. Estamos entrando en época de sopas. Esta con las almendras me parece de lo más exótica jaja. Tendría que adaptarla a una versión vegetariana, ya sabés que cambiamos hace un tiempo nuestra manera de alimentarlos. Pero desde ya que me llevo la idea del sofrito, me intriga. Abrazo grande!!

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    1. Hola Erika! muy emocionante todo y como dices, una bocanada de oxígeno para el alma. Pues ese sofrito, es sabor a La Mancha, tal cual :-) un besazo

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  6. Ay Maitetxu, que bonita historia, al fin y al cabo es la tuya y es super importante. Facebook nos ha traído muchas cosas buenas, a mí me reunió con mis amigas extranjeras a las que no veía hacía 40 años y ahora leo la tuya y me parece fantástico que puedas recomponer aquellos recuerdos de tu infancia. Dime que eres la enana que está en la foto porque estás igual, no has cambiado nada. Lucas es tu clon...bueno lo era, ahora ya no se como está....entrando en la adolescencia supongo. Ya te he dicho que al ver esta sopa me he acordado de mi madre. Mi madre hacía sopa de arroz los domingo y por mucho que la haga igual, no me sabe igual que aquellos domingos de cuando era pequeña
    Un beso enorme....estas historias te dan mucha satisfacción.
    Marialuisa

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    1. Soy la enana, sí :-) con mi padre y dos de mis hermanos. Lucas estás sí, de preadolescente aunque yo le digo que ya lo es para que no se me agarre con uñas y dientes a los privilegios infantiles. Hoy sin ir más lejos me ha reprochado que yo no entiendo que aún es un "pre", y todo porque le he dicho que tiene que ser más responsable con sus tareas... en fin, los tira y aflojas típicos :-) un besazo y hablamos pronto

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  7. Mai querida, que hermoso reencuentro, que hermosa historia y esa foto preciosa con tu familia y de la sopa ni hablar, una delicia. Me encanta que abrieras la caja de los recuerdos y que vengan muchas historias más ❤️

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  8. Ese sofrito me ha parecido muy de guardar en mi recuerdo. En estos días también estoy muy melancólica, será esta imposibilidad de estar cerca de los demás.

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