Canellini con espinacas gratinadas

Mi madre decía que a medida que se hacía mayor, le venían mucho recuerdos de infancia que tenía olvidados. Va a ser que sí. Acabo de cumplir años -muchos para mi gusto- y de regalo, mi mente tortuosa me ha traído el recuerdo de un amiguito -el Mariano- de los primeros que hice en Las Negras cuando llegamos por primera vez. Yo tenía 8 años y había un vecinito que parece que se había enamorado de mí. Al principio, la cosa me incomodaba. Alguna vez regresé a casa con el morro puesto y al preguntarme mi hermano mayor por la causa del disgusto, solía resumir el tema con un escueto "un gordo no deja de seguirme".

Y es que el muchacho era muy pesa'o. Vivía casi enfrente de nuestro apartamento así que me tenía muy fichada. El Mariano iba siempre con su gorrilla, sus chanclas y su bici BH -cómo se me pudo olvidar- aunque ese, la verdad, era el atuendo más habitual de cualquier pandilla, y prueba de ello es que cuando salió la serie Verano azul, todos los niños españoles creíamos que se habían inspirado en nuestras respectivas pandillas veraniegas.

El caso es que el chiquillo -también de ocho como yo- era la mar de sala'o y eso, cuando veraneas en un pueblín sin heladerías ni tele -que la señal no llegaba- pues tenía su encanto porque los más graciosos eran un poco los líderes que sabían hacernos reír a los demás con sus bufonadas. El caso es, como te decía, que con el tiempo yo ya no le veía tan gordo, si no que, al igual que su madre, empecé a pensar que lo que estaba era fuerte y que si sus musculosidades lucían un poco a modo de lorzas era porque aún era chico y no le había dado tiempo a asentar las mazas.
Si bien es cierto que yo ya pasé por un amor prematuro, en esta ocasión nunca tuve la sensación de que eso fuera una aventurilla pasional. Era un rollo más de amiguitos del alma, por lo menos por mi parte. Él me dijo que, si de mayores seguíamos siendo amigos, pues que nos podíamos hacer novios. Le dije que vale. No recuerdo especial emoción, sentí más bien un soplo de compañerismo, de lealtad, de no fallar en los momentos importantes. Sé que estábamos en el triángulo frente al paseo marítimo y que estaba toda la panda presente así que los más inmaduros -en todas las pandas de ochoañeros siempre hay más de uno- empezaron a gritar a los cuatro vientos "Mariano y Maite son nooooviooos". Eso me sentó mal, también tengo que decirlo.

En fin, que la madre se lo tomó muy en serio y me invitó a una Coca-Cola, cosa que yo acepté sin pestañear porque en mi casa solo entraba gaseosa los domingos y una Coca Cola de marca nunca se podía rechazar. Lo que no me esperaba, es que nos sentara a los dos en le porche, con el vaso de refresco a rebosar delante nuestro, y por detrás de la persiana de cuentas, se escucharan las risillas de la madre y la abuela babeando por su Marianico que se les estaba haciendo mayor. Eso, tampoco me gustó. Me sentí ridícula y tampoco ayudó que al llegar a casa mi madre estuviera echando chispas porque ese numerito a lo Love Story no le había gustado nada de nada.

El verano terminó y el Mariano no volvió. Años más tarde -yo tendría unos 12- supe de él por una amiga que me dio su teléfono. Le llamé, me parecía gracioso saludarle después de los años pero en su casa no pensaban lo mismo. El teléfono lo cogió su madre y después de decir quien era, me dijo "¿Qué quieres, por qué llamas?". "Para saludar" dije yo y me pasó con él sin mediar más palabras. Y para mi sorpresa, el Mariano repito las preguntas de la madre: "¿Qué quieres?", "saludarte" repetí. Y me colgó. Hasta hoy. Lo mismo fue por esto que bloqueé el recuerdo porque es un poco desconcertante, la verdad. Creo que fue la primera vez que sentí de forma consciente que hay gente que los afectos los aclimata a su hábitat y si encajas, de perlas. Si no, pues te jorobas. Y todo tan gratuito e innecesario.


Ingredientes:
  • 1 cebolla no muy grande
  • 2 dientes de ajo
  • 1 cdta. de pulpa de pimiento choricero (o ñora, ají, etc.)
  • 1 cdta. de pimentón
  • 250ml. de tomate crudo triturado
  • 250ml. de salsa de tomate
  • Algo de agua si hace falta
  • 1 lata de 400-500gr. de cannellini con su jugo (alubia blanca italiana)
  • un manojo de espinacas
  • Sal de especias o sazón de hierbas italianas
  • queso mozzarella

Preparación:
  1. En una cacerola con un poquito de aceite de oliva, pocha la cebolla y el ajo cortado muy picado. Añades la pulpa de pimiento seco, el pimentón y tras rehogar brevemente añades el tomate triturado y la salsa de tomate. Deja que cueza la salsa unos 10 minutos a fuego muy suave.
  2. Añade las alubias con su propio agua de cocer y las espinacas cortadas. Deja cocer otros 10 minutos a fuego suave.
  3. Cubre con queso rallado y gratina en el horno hasta que el queso esté bien dorado.

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