Banana bread de yogur con nueces y choco

La ciudad de Galway, tras dar el cierre a su archi famoso festival internacional de la ostra, tuvo a bien organizar un encuentro extraordinario de payasos venidos de todo el mundo con la única razón de intentar reactivar un sector artístico venido a menos en las últimas décadas y mortalmente herido tras la pandemia de la Codiv. Hasta los más famosos -incluidos Gensi, Isa Beliu, Davis Vassallo, Luigi Belui y Housch-Ma-Housch- se quedaron sin agenda tras las cuarentenas y por más esfuerzos que se realizaron para normalizar la vida circense, lo cierto es que las payasadas ya no han vuelto a ser lo que eran.

Las ostras de Galway parece que son requete sonadas y prueba de ello es que la ciudad atrae a miles de visitantes y expertos en mariscos que disfrutan como enanos de estos moluscos. Payasos sin fronteras, había tirado de unos cuantos hilos y fruto de esta influencia nació el primer certamen mundial del payasete vocacional. Acudieron al evento clowns y titiriteros llegados desde Alemania, Italia, España, Reino Unido, Estados Unidos, México, Ecuador y todo el Cono Sur Sudamericano. Durante una semana, se habían organizado una veintena de actos y pasacalles siendo el mayor reclamo una carpa circense gigante situada en el puerto con tres pistas principales como en los buenos tiempos.
Durante el pasacalle de la segunda jornada, muchos de sus participantes salieron con pancartas denunciando el intrusismo de los llamados payasos diabólicos, esos personajes que se pusieron tan de moda y que disfrazados en plan el payaso de Stephen King aterrorizaron en las ciudades de medio mundo. Todo iba a las mil maravillas hasta que  el epicentro de una borrasca salida de la nada, se plantó en un santiamén sobre Galway descargando un diluvio interminable acompañado de vientos tan violentos, que los rayos y truenos parecían pasar desapercibidos entre tanto revuelo. Todos los payasos y transeúntes corrieron a refugiarse dejando las calles del Latin Quarter desiertas. O casi. Debajo de una pancarta que rezaba "los payasos no somos violentos" el cuerpo aparentemente sin vida de Walter Pachuco reposaba bocabajo sobre el empedrado. A la altura de sus riñones, una navaja tipo machete con cachas de marfil sobresalía de entre su chaleco de lentejuelas. 

Llegaron una veintena de inspectores de la Garda desde Dublín y aunque inicialmente se les informó de un flagrante asesinato en plena calle, resultó que Walter Pachuco no estaba muerto sino con una cogorza del ocho y el puñal que le clavaron por la espalda no llegó a tocar músculo gracias a la faja ortopédica que usaba para amortiguar los dolores lumbares que le maltrataban desde hacía unos años. Tal era su estado etílico que nada recordaba de lo acontecido. Sintió un empujón desde atrás, cayó al suelo y perdió el conocimiento.  

Walter se hospedaba en el Woodquay Hostel en una habitación compartida con cinco compañeros de vocación que conocía de otros eventos y convenciones; el Platanito, de origen chileno y orientado a un publico adulto -de barra de bar, como decía él- con un repertorio de chistes picantes y políticos que no había renovado en treinta años; el Lagrimita, especialista en mofas de gangosos y retrasados; Pepe Pitillo, un mimo de pocas palabras, de talante artístico y delicado cultivado en las artes musicales e interpretativas; Andrés el Gomitas, oriundo de Valencia que hacía trucos de magia; y Chuchín de Cuernavaca que en sus años de brillo fue payaso de rodeo y ahora hacía todo tipo de malabares. El quinteto fue convocado en un pub cercano al hostel por un inspector que dominaba el idioma hispano y que, tal y como la recepcionista les relató, deseaba poder ordenar cronológicamente lo acontecido horas antes del atentado aparentemente mortal y milagrosamente frustrado de su compadre el Sr. Pachuco.
El The Kings Bullhead resultó ser una taberna irlandesa de pura cepa, donde los tonos verdosos, el cuero sintético y la madera añeja daban al lugar un aire nostálgico y genuino muy bien aderezado bajo una enorme chimenea que evocaba esas cortas y confortables tardes invernales acompañadas de un buen whiskey y una pinta. Pero ese día, el pub tenía un ambiente muy distinto al habitual ya que la barra y todas sus mesas estaban ocupadas por payasos de todo tipo e indumentaria; pierrots, augustos, carablancas, mimos, algún que otro tony, clowns... toda una fauna de ruidosos personajes que se pisaban unos a otros con frecuencia a pesar de que, los menos ortodoxos, habían optado por dejar los zapatones en sus maletas para salir a semejante diluvio embutidos en botas de goma. Los zancudos, sin otra opción, debían dejar aparcados sus zancos en la puerta del establecimiento y a los malabaristas se les instó a respetar los limones que el barman afincaba detrás de la barra.  Hacía más de media hora que habían sido citados y el Mister no hacía acto de presencia. Iban por la tercera pinta, cuando uno grupo de policías hizo acto de presencia en el Kings Bullhead. Los uniformados se quedaron en la puerta del establecimiento mientras que los inspectores -todos ellos embutidos en chaquetas de tweed- se repartían por las mesas del local. Uno de ellos -rubicundo, de más de metro noventa y mal afeitado- preguntó algo al camarero y éste señaló rápidamente la mesa de los compadres.

    -Disculpen el retraso, caballeros. Soy el Inspector Walsh de la Brigada Criminal de la Garda -Hizo una breve seña con la mano y rápidamente un agente le acercó una silla- imagino que ustedes ya saben porque les hemos convocado. Su colega el Sr. Pachuco ha sido víctima de un intento frustrado de homicidio intencionado.
    -Osea, que alguien quiere al Walter en el otro barrio- dijo el de Cuernavaca con un palillo entre los dientes.
    -Como pille a ese malnacido le voy a sacar la cresta al muy weón.
    -Calma Platanito que no sabemos nada aún de lo que pasó. Dejemos que hable el Sr. Inspector -dijo el Gomitas y mirando a la autoridad, añadió- Continúe, Mister Güals.
    -Es de vital importancia reconstruir las últimas horas antes del suceso. Cualquier detalle que puedan aportar por insignificante que parezca, podría resultar de vital importancia para resolver el caso, así que por favor, hagan memoria y no omitan detalles.
    -Pues a ver, llegamos todos juntos en un vuelo de Spanair -A lo que el resto de compadres acompañaron con un coro de "Uhmmm" moviendo afirmativamente la cabeza- después dejamos las maletas en el hostal -más "Uhmmm" y algún discreto "sí"- nos fuimos al bar de enfrente y la tajada que se pilló el Walter fue monumental - algún "Uuufff", "Oohh" y Pepe Pitillo puso los ojos en blanco- durmió la mona todo el día y se perdió el pasacalle -de nuevo más "Uhmmm"- por la noche se volvió a tajar y con toda la cruda encima salió al pasacalle y el resto de la historia ya la conoce usted, Inspector.
    -Agradezco su declaración Sr. Gomitas y valoro su capacidad de no irse por la ramas pero seguro que algún detalle se le puede estar pasando.
    -Nooo -dijo el lagrimitas sincronizándose con un coro de más "Nooo" "Nop" "Naa" y Pepe Pitillo negando histriónicamente con la cabeza- le aseguramos que no pasó nada más porque Walter cuando se la pilla, se la pilla y no hay más letra pequeña. Andaba deprimido, sabe usted, llevaba un par de años remalos porque la parienta le corrió de la casa y echaba de menos a sus cuatro princesitas. Se juró que no volvería hasta poder juntar algunos caudales, saldar sus deudas y entregar a la desagradecida de su ex capitales suficientes para que a sus muñequitas no les faltaran de nada en esta vida. Peroooo, la vida...

El teléfono del Inspector vibró en su bolsillo. Con gesto de disculpa se levantó de la mesa y salió del Kings Bullhead a atender la llamada. Regresó sonriente, agradeció la atención prestada y les aseguró que sus testimonios habían sido de gran ayuda. Les informó que Walter Pachuco había sido dado de alta en el hospital y que una patrulla le había acompañado hasta el hostel. Dio las gracias de nuevo, se despidió y salió con paso firme y decidido, de esa forma tan peculiar que algunas personas usan para hacer notar que saben donde pisan y controlan a donde van.

Los compadres salieron corriendo del pub y cruzaron la calzada hasta el Woodquay Hostel donde encontraron a Walter lloroso y decaído en el catre de su litera. Todos le abrazaron a una y le intentaron animar lo mejor que pudieron. Pero Walter estaba como enloquecido y decía frases sin sentido como "Ay que ser torpe" "con lo fácil que se lo puse al muy mamón" "maldita mi suerte" y se tiraba de los pelos de la peluca como un poseso. Finalmente, mirando a sus compadres, les dijo:

    -¡No lo entendéis! ¡No tenéis ni idea! ¡Me ha estafado el muy miserable! ¡Le han faltado huevos! 
    -¿Pero de qué hablas, Walter? -dijo Pepe Pitillo con voz suave y sosegada- No podemos entenderte si no nos lo cuentas todo.

Y Walter lo contó todo. Desde que empezó a pagar la póliza de vida y comenzó a ahorrar para pagar a un sicario, hasta que conoció a un repartidor de pizzas en Las Palmas y le pagó con todo lo que tenía para que le asesinara en la convención de Galway. Porque, después de todo ¿Qué podía salir mal?

Insta-relato dedicado a @vivi_martnez que me retó a escribir la historia de "Un payaso, Galway, aventuras y un misterio".

Para resolver este misterio, tendré que escribir otro sobre "Un repartidor de pizza en Las Palmas de Gran Canaria, un drama y un reencuentro". A ver como salgo de ésta :-)


Ingredientes:
  • 2 plátanos muy maduros
  • 100gr. de azúcar moreno
  • 50gr. de sirope de arce
  • 3 huevos L
  • vainilla
  • 200gr. de yogur griego
  • 60ml. de aceite suave
  • 250gr. de harina (la mitad que sea integral)
  • 1 cdta. de cremor tártaro
  • 1/2 cdta. de polvos de hornear
  • nueces pecanas
  • pepitas de chocolate

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 180º (170º si es de aire).
  2. Mezcla en un bol con ayuda de la batidora o las varillas, las bananas (las machaqué antes con un tenedor), los huevos, el azúcar y el sirope, el aceite y la vainilla. Añade después el yogur y por último el harina y los leudantes.
  3. Añade los trozos de nueces y chocolate, pasa la masa al molde y termina con un puñadito de choco y nueces por encima. Hornea hasta que veas que está la superficie dorada y la miga firme (usa el truco del palillo si dudas)

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2 comentarios

  1. Bravo!! Te ha quedado un relato genial ahora estoy deseando saber más de la historia del camarero
    Un abrazo guapa

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