Pudin de pan de canela

En este mes de silencio, además de pasar el corona, me descuerno intentando saber o, cuando menos, entender que es lo que nos lleva a perder tanto los papeles como humanos pensantes que somos. La guerra es más vieja que el mundo, me dirás. Cierto, pero jamás hemos tenido tantos argumentos para defender la paz, por lo menos en Europa y el norte de América, donde hemos conseguido establecer democracias más o menos solidas, con sus rotos y descosidos, pero bien plantadas y alimentadas de bienestar social, económico y pluralidad tanto en credos como en ideas. Formamos parte de ese mundo privilegiado donde no hay que ser rico para recibir una educación digna, un título universitario o asistencia médica de primera fila. 

Y es que, más allá de nuestros dogmas e ideales, no consigo entender estas olas constantes de negacionismos variados que tanto daño están haciendo en el bien común. Claro que se puede tener opinión propia; de hecho, se debe y es fundamental mantener una línea crítica ante todo lo que nos cuentan; pero de ahí a la negación sistemática del dolor, horror y destrucción va un trecho largo y peligroso. Esto lo han hecho antes el 100% de los dictadores y genocidas del planeta. Para los nazis, los campos de exterminio eran campos de trabajo para que los judíos devolvieran trabajando, todo lo que le habían robado al pueblo alemán. Todas las atrocidades, todas, se construyen a partir de media verdades o medio hechos plausibles que una vez cimentados con toneladas de medio mentiras y datos fuera de contexto son imposibles de detener.

¿Y por qué la gente lista y formada cae en estas trampas? ¿Un zote, se hace o se nace?
Sin meterme mucho en la jungla de la psicología -campo del que soy una mera espectadora sin conocimientos sólidos- y resumiendo una barbaridad el concepto, dicen los expertos que nuestra mente opera con dos grandes bloques de pensamientos (insisto, generalizando una barbaridad). De manera innata, las personas tiramos de pensamientos automáticos, que son esos juicios rápidos con los que dialogamos con nosotros mismos casi de puro sin querer, esas imágenes o recuerdos de lo aprendido que nos hacen creer que tenemos un sexto sentido para detectar situaciones antes de que se produzcan y tendemos a dar por acertados nuestros prejuicios por muy irracionales que sean. Y lo peor, son incontrolables, aparecen cuando les viene en gana y suelen llegar sentando cátedra. Para contrarestar estos pensamientos automáticos y negativos, nuestra mente tiene sus propios mecanismos de defensa. Tenemos pensamientos alternativos, más sosegados y que se encargan de gestionar lo que nos pasa: pensamientos, problemas,  circunstancias, emociones... es decir, son pensamientos que nos ayudan a lidiar con el día a día de forma más positiva y racional. Bueno, por lo menos de forma más eficaz.

Vale, pues imagina la bola tan tremenda que tenemos de información y desinformación toda junta que nos aturulla de tal modo que nuestros pensamientos automáticos -con buen criterio- nos advierten: "no te lo creas". A ver, desde chicos nos han dicho que no confiemos en nadie, que confiar hace daño, que todo el mundo nos quiere tomar el pelo, engañar, manipular; pero la necesidad de conocimiento, para lidiar con el miedo fundamentalmente, nos puede así que buscamos "fuentes fiables". Pero ¿dónde? pues lo más facilón es acudir y secundar las opiniones de tus círculos cercanos, gente afín a tu modo de vida, a tu credo y a tus ideas.

Y esto, los manipuladores mediáticos, lo saben. Y además pueden manejarte e infiltrarse en tus contactos fiables. Tienen medios y técnicas (como el Big five, esos cinco factores humanos que psicológicamente nos definen como personas) para calarnos y manejarnos a su antojo. Es tal el batiburrillo de noticias que nos llegan que ya no se diferencia por si misma la fuente de la información: reporteros, analistas, tertulianos, publicistas y hasta showman varios. Es tan tremendo el ruido que a duras penas podemos razonar sobre lo que pasa a nuestro alrededor.

Y en medio de tanto alboroto, nuestro pensamiento alternativo lo lleva crudo. No son pensamientos espontáneos así que debemos construirlos nosotros mismos. Para ello, hace falta dedicación y tiempo para manejar información suficiente para saber eliminar el ruido. Nadie sabe de todo. Nadie. Y hay mucho engreído con mucho poder de influencia. Las redes buscan likes y visibilidad a toda costa, no buen saber. Buscar referentes validos y creíbles,  estudiar los conflictos desde su origen, contrastar noticias... es un esfuerzo muy grande que casi nadie hace, ya bien por falta de tiempo o de conocimientos. Y además, si piensas por ti mismo, los tuyos, los que necesitas porque te aportan confianza, te van a comer vivo. No sabes cómo, pero te han acorralado en el clásico "o conmigo o contra mí". Y te conviertes en un avestruz como dice Ramón Lobo y comienzas negando las vacunas y terminas diciendo que la masacre de Bucha es un montaje. Que la guerra de Putin es un fake orquestado por la OTAN. Que las muertes y el dolor de la guerra es puro teatro.


Ingredientes:
  • de 350-400gr. de pan de leche o pan brioche
  • 4 huevos grandes
  • 500ml. de leche entera
  • 2 cdas. de azúcar moreno
  • 2 cdas. de azúcar blanca
  • vainilla
  • canela
  • de 80-100gr. de mantequilla blanda
  • cobertura: azúcar glas y queso crema a partes iguales con un poco de vainilla

Preparación:
  1. Mezcla la mantequilla, el azúcar, la vainilla y un poco de canela (dependiendo de lo intensa que sea de media a 1 cucharadita) hasta que tengas una crema y reserva.
  2. Calienta el horno a 170ºC.
  3. Trocea el pan (de leche o brioche) y lo colocas en una fuente de horno engrasada con mantequilla. añade pegotes de la mezcla de mantequilla y cuida que queden bien repartidos.
  4. Bate los huevos en la leche con un poco de vainilla y se lo añades a la fuente con el pan.
  5. Hornea hasta que veas que está cuajado y tiene un bonito color dorado.
  6. Aún tibio, le añades la cobertura por encima.

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