Caracolas con crema de queso

Hoy vengo criticona. Voy a remover cosillas de esas que están de moda, que me gusta una barbaridad -soy muy víctima y/o verdugo de esta cuerda- pero también creo que todo es susceptible de pasarse de rosca y hasta el Jedi más templado corre el riesgo de sucumbir al lado oscuro -y creo que hay pruebas.

Al caso, hasta hace bien poco y en líneas muy generales, según Piaget había dos tipos de lenguaje: el lenguaje egocéntrico, el infantil donde hablamos con nosotros mismos, tenemos amigos imaginarios y desconocemos lo que es la empatía hasta que cumplimos los 6 añitos y el socializado, cuando vamos controlando la información que nos rodea y verbalizamos nuestra interacción con los demás con mejores o peores intenciones... esa ya es otra cuestión.

Y aquí es cuando me tienes que sujetar el gazpacho porque me voy a tirar a la piscina sin flotador. Hay un lenguaje en alza que es el que últimamente leo como "lenguaje terapéutico" y el muy canalla tiene doble sentido. Pero empecemos por el principio: unos dicen que por culpa del capitalismo neoliberal que nos tiene a todos atonta'os, estresa'os e infelices y encima para nada porque uno cree que trabaja para tener un coche, una casa, unas vacaciones un par de veces al año y un jamón en Navidad  pero luego resulta que nada es tuyo porque es del banco y tú solo tienes deudas y tal y pascual... pues toda esa gaita nos tiene colapsados como individuos, enfermamos más por temas mentales, aumentan los suicidios, las depresiones y la gente reclama jornadas reducidas porque no quiere dejarse la vida en tanta caquita. 
Así que vienen los psicólogos y nos hablan del mindfulness -muy fan, por cierto-, de lo importante que es quererse, marcar los límites, mejorar la comunicación con tu entorno, ser un poquito más egoísta para defenderte de toxicidades y un sin fin de literatura de autoayuda para que te sientas muy bien contigo mismo. Youtube está lleno charlas y consejos para saber como detectar a una persona tóxica, controladora, abusiva... pero siempre dentro de tu entorno, nunca dándote las claves para saber si tú eres veneno en esencia, si haces luz de gas a los tuyos, si eres manipulador crónico o un psicópata. Eso nunca va con nosotros porque estamos en la cultura del ego, del yo, de los selfies, peor aún, de los selfies delante de un espejo que es el narcisismo al cuadrado. Siempre somos víctimas, nunca verdugos; somos la cultura del guay del paraguay, del cómo molo, del filtro quita arrugas, quita kilos, de nariz respingona y ojos de comic Manga. Somos un poco de lo peor pero estamos convencidos que trabajamos duro por conseguir una versión mejorada de nosotros mismos. 

Y esto sin malas intenciones porque ¿qué pasa cuando el que marca los límites es un machista posesivo y controlador que con mucho rollo terapéutico atrapa con mano de hierro a su pareja? ¿qué pasa si el que domina el discurso de la autoestima es un egoísta y narcisista carente de empatía? Pues pasa lo que tenía que pasar; que el discurso a lo "sé terapéutico contigo y con los demás" se corrompe y la carroña, la misma que siempre ha estado ahí, se hace dueña del cotarro y el que va de altruista no es nadie sin egoístas y si no los tiene, los crea, y el que se siente ser de luz no podría serlo sin insanos y, así es, los crea. Y suma y sigue que esto no tiene pinta de parar. 

Y el acto manipulativo más cutre que pueda existir: surge una tensión con alguien de tu entorno -lo normal que estas cosas pasan- el ilumina'o que después de haberse despacha'o a gusto y todavía se cree dueño de la verdad absoluta, te responde con un video de autoayuda para que te lo hagas mirar... y tanto mindfulness, ¿pa'qué? Pa'na. Porque estas cosas rompen las pelotas hasta al más templa'o.

Venga, al bollo. La masa de éstos, es la misma que usé en estos bollitos turcos que siempre funcionan. Solo le he dado un par de vueltas a la masa y mira qué cosa más rica.



Ingredientes para unos 14 bollitos:
  • 700 gr. de harina de fuerza 
  • 150 ml. de agua tibia 
  • 150 ml. de leche 
  • 3 cdas. de aceite de oliva
  • 3 cdas. de azúcar
  • 1 cdta. rasa de sal  
  • 1 sobre levadura de pan
  • 1 huevo
  • 1-2 cdas. de mantequilla blanda para engrasar la masa
  • Para terminar: unas grosellas, arándanos, mermelada, etc.

Para la crema de queso:
  • 200gr. de topfen o queso tipo Philadelphia
  • 3-4 cdas. de azúcar
  • 1/2 sobre de natillas o pudding
  • zumo  de medio limón
  • 1 huevo batido (separo un poquito para pincelar los bollos)

Preparación:
  1. Mezcla en un bol, el harina, azúcar y la sal. Por otro lado, liga los ingredientes húmedos con la levadura: el huevo, la leche, el agua y el aceite. Amasa con unas varilla eléctricas hasta que la masa esté muy suave y tersa. De reposar una hora y media.
  2. Una vez reposada, divide en 8 porciones iguales la masa. En la encimera engrasada, forma 8 bolas. Que reposen 10 minutos.
  3. Con la encimera y las manos engrasadas, estira cada bola haciendo como una torta. Frota con los dedos un poco de mantequilla blanda sobre la superficie. Haz lo mismo con las 8 porciones y las apilas en 2 de 4 tortas. Cubre y deja reposar otros 10 minutos.
  4. Cogemos una de las partes, le damos forma rectangular y estiramos con el rodillo. Moja de nuevo con los dedos un poco de mantequilla, y haz un rollo. corta en unas 7 porciones iguales. Haz lo mismo con la otra parte.
  5. Precalienta el horno a 200ºC (190ºC si es de aire).
  6. Haz la crema de queso mezclando todos los ingredientes sin olvidar separar un poco del huevo batido para pincelar.
  7. Coloca los bollos sobre la fuente (tendrás que hacer varias hornadas). Los aplastas con cuidado y aplastas un poquito más en el centro. Pincela con el huevo batido que has separado (añade 1 cucharadita de agua para que quede más ligero).
  8. Reparte la crema por los bollitos y cubre con las bayas, la mermelada, pepitas de choco... con lo que más te guste. Hornea hasta que están doraditos. Espolvorea con azúcar glas.

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