Tortellini con cheddar y espinacas

     La playa, a esas alturas del año, se encontraba desierta de bañistas donde tan sólo unos cuantos paseantes, aprovechando la oportunidad de dejar a sus peludos corretear libres por sus casi cien metros de orilla, se dejaban ver de vez en cuando. De aguas poco profundas y muy tranquilas, la Playa de los Genoveses era la favorita de Tuerka donde podía corretear de un extremo a otro por su arena dorada, entrar varios metros en su orilla o sortear las palmeras y las dunas que flanqueaban toda la bahía. El Sol, tibio y amable, permitía alargar el paseo más de lo normal sin llegar a sentir la humedad en sus huesos por mucho que chapoteara entre las pequeñitas olas que se formaban sin mucho afán ante la ausencia de vientos.

    Tuerka y Don Suso saltaban y brincaban como un par de posesos, locos de felicidad, sobre todo él ya que era la primera vez en su vida que probaba el agua marina. El resto de la pandilla —Lolo, Nube y Zeta— se habían quedado en Madrid porque el abuelo Lolo apenas se tenía en pie solo y Doña Nube y la Srta. Zeta, al no haber logrado superar aún sus traumas, no estaban listas para este tipo de escapadas.

     Mientras Tuerka brincaba cerca de la orilla, notó que algo se le enredaba por las patas traseras y se le subía hasta el lomo. Un pulpillo, en teatral danza, arrastraba su blando cuerpo por sus cuartos traseros: 

    —Buenos días chiquilla, no te importuna que me monte en tu grupa y así yo también goce un poquillo de este fantástico día de Sol y poco viento, ¿verdad, preciosa?
    Don Suso, que creía que la vida ya no le podía sorprender más, miraba atónito la escena sin saber si debía montar un escándalo, salir corriendo o ambas cosas al mismo tiempo. Y a pesar de ser muy suya para ciertas cosas, Tuerka aguantó el trance sin mover ni un músculo y mirando a un lado, susurró:

    —Si ya lo sé, no te creas.
    —Disculpa monada, ¿me decías? —contestó el cefalópodo.
    —No, si no hablo con usted. Hablaba con mi hermana.
    —¡Oh vaya! Ya veo.
    —No mienta Sr. Pulpo que usted no puede verla. Esto es sólo cosa mía, no sé si me entiende —Suso arrugó el hocico cuanto pudo quitando importancia al hecho en sí, como aconsejando al pulpillo no entrar en ese pedregal— a mi hermana sólo la veo yo y sólo a mí me habla, así que no me venga con visiones que le apeo en un pispás.
    —¡Chist! no se hable más, hermosa. Entendido y aquí el menda calla y otorga cuando hay que callar. Cierro el pico y no se hable más que cada uno sabe y atiende a lo que tiene que atender. No sé si me explico...
    —¡Fatal! Como siempre fatal, invertebra'o, que te lías tú solo con tanto tentáculo y tanto tingla'o— Tuerka contempló al pez que asomaba fuera del agua una boca grande y torcida que le llegaba casi hasta los ojos, algo saltones y demasiado juntos, y mientras hablaba, daba pequeños empujones intentando asomar su cresta de pinchos.
     —Mira Paco, rascacio tenías que ser... si es que se te ve venir de lejos con esa mala chufa que gastas. Que el que se hace el lío eres tú, gallineta, que tu bravuconería no se la cree nadie, priga'o —y mirando a Tuerka, arrastrando su blandengue cuerpecillo hasta su cuello, añadió— Tranquila bonica, no te alteres que este tiene más de besugo que de cabracho.
    —Hasta que te pinche y ya verás, mecachis en... mira pivón —le dijo a ella— este es un interesa'o. Ahí donde le ves se aprovecha de cualquier alma que por estas aguas chapotea, que parece que no pero morro tiene casi tanto como tú... oye, y no lo digo por faltar, si no literal. Ya me entiendes.
    Tuerka rompió a reír como no le salía desde hacía mucho tiempo. Tal fue el ataque, que el pulpo casi sale disparado de su grupa y Don Suso, más descolocado que nunca, no sabía si ladrar, saltar o salir corriendo al amparo de la madre.

    —¿El brabucón y usted sois amigos desde hace mucho? y ¿desde cuando los pulpos toman el Sol? y los rascacios ¿para qué sacan sus crestas fuera del agua? y...
    —Muy preguntona eres tú para lo flaca que eres chiquilla— dijo el pez.
    —Calla mala bestia, que la niñica merece saber y si es flaca es porque puede que alguno que me sé está echando un cuerpo tonelillo que no veas.

    Y como era de esperar, todos rieron de nuevo a placer porque el rascacio, herido en su pundonor, empezó a hacer glú-glú en pleno ataque de mala leche porque se empeñaba en maldecir y embestir con las púas al mismo tiempo.

    —Ainss, si es que hay que quererle, animalico —y mirando de nuevo a la galguita, el pulpo añadió— pues la cosa no te creas pero tiene chufa. Aquí donde me ves, soy medio filipino por parte de padre y por allí somos muy dados a salir del agua a comer cangrejos o tomar el Sol pero por estas costas como se me ocurra tirar más para la orilla termino en una paella, no te digo más, pero te he visto con esa cara de buena gente y mira, no me he equivocado —y viendo que de nuevo susurraba en dirección a su hermana invisible, preguntó— Y tu hermana, ¿qué dice?
    —Que eres la mar de salado y que con pulpos como usted da gusto ir a la playa.
    —Pero que majas que sois, mecachis en tó... ainsss... y ¿por qué hablas con tu hermana si no es indiscreción preguntar?
    —Porque los perros tenemos mala memoria, tan mala, que no me acuerdo ni de lo que he desayunado aunque si somos capaces de recordar por asociación, así que mi hermana viene y me habla cada día para que no me olvide que, junto a ella y la madre de galgos, he pasado los años más bonitos de mi vida. Yo no sabía lo que era una familia hasta que me fui a vivir con ellas.
    —¡Ay hermosa! di que sí, que los recuerdos son un tesoro y mira si eres lista que has encontrado la forma de no olvidar. Qué bonito que cada día puedas reencontrarte con tu hermana.

    Y el rascacio malhumorado cambió los gruñidos por pucheros y se le encogieron las agallas. Don Suso la miraba con ternura, como siempre. De pronto, la voz de la madre se hizo oír: "Tuerkiiii, Susooooo" y supieron que había que irse.

    Adiós chiquilla, anda marcha, no hagas esperar a tu humana. ¿Vendrás mañana? ¿lo intentarás? ¿Me recordarás?
    —No estoy segura pero si vengo búsqueme como hoy y cuando le vea me acordaré de este ratiro tan bonito que me ha hecho pasar.
    —Adiós mi reina, yo también soy de mala memoria pero mira, de ti, no me olvidaré jamás —dijo el pez y se zambulló en las cristalinas aguas de cabo.

Dedicado a @Lola Galga y a su pandilla


Ingredientes para 4 raciones:
  • 400 gr. de tortellini (tu relleno preferido)
  • un manojo de espinacas
  • 1 diente de ajo
  • 300ml. de nata líquida
  • 3 cucharadas soperas de salsa de tomate
  • 3 lonchas de queso cheddar fundido
  • sal y pimienta (muy poco)

Preparación:
  1. Saltea las espinacas en una sartén grande con un poquito de aceite de oliva y un ajo machacado. Salpimienta ligeramente.
  2. Cuando empiecen a pochar, añade los tortellini con un pequeño chorrito de agua. Lo tapas y cueces unos 3 minutos a fuego suave.
  3. Añade la nata, el tomate frito y las lonchas de queso cheddar. Cuando la salsa esté ligada, ya estará la pasta lista para servir.

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3 comentarios

  1. Qué bonito MariMai ♥️ Hasta Trompi está metida en esta historia ♥️ Eres única cocinando, contando historias, como ser humano, como amiga ….. tenemos ganas de que vuelvas a casa unos días ♥️♥️♥️♥️ te quiero amiga

    LolaGalga

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