Frixuelos de maíz rellenos

En la catedral de San Patricio de Dublín, hay un epitafio en latín que dice "Aquí se halla el cuerpo de Jonathan Swift, doctor en teología y deán de esta catedral, donde la indignación feroz ya no puede lacerar el corazón. Sigue tu camino, viajero, e imita, si puedes, a este vigoroso campeón de la libertad." Evidentemente, un epitafio de tal guisa solo puede atribuirse a la osadía del propio muerto quien dejó instrucciones claras para cuando le llegara la hora.

El nombre de Jonathan Swift puede que no te suene de nada pero su libro "Los viajes de Gulliver" seguro que sí. Es muy curioso que todos asociemos el libro a la literatura infantil cuando lo cierto es que sus páginas están cargadas de sarcasmo, críticas y comentarios satíricos siendo, en sí mismo, una oda contra la corrupción política, los muchos vicios sociales de la aristocracia y las mil y una taras del ser humano. 

Los liliputienses; malvados, zotes y despiadados con un rey y una corte de petulantes ineptos y ociosos que de forma rutinaria se despachan entre guerra y guerra. Los gigantes de Brobdingnag; majetes y bonachones pero de nula inteligencia. Los filósofos de Laputa; muy listos pero enredados en tonterías donde la sabiduría no es capaz de despegarse de la arrogancia y la banalidad. Y más y más viajes. Nos saca punta con habilidad y desparpajo aunque también deja rendijas a la esperanza. Todavía quedan algunos seres buenos, parece decir.

Y parece que por temor a que alguien conocido se diera por aludido con alguno de sus personajes, Swift firmó las primeras ediciones con un seudónimo y su editor le censuró partes del libro porque pensaba que se estaba pasando ocho pueblos. Pero fue un éxito rotundo y efectivamente, casi toda la aristocracia estaba que echaba chispas. 
Se doctoró en teología y cuando todo apuntaba a que le iban a dar una vicaría en Dublín pues cuentan que lo mismo fue la propia reina Ana quien dijo que nones porque la tenía muy frita con sus artículos y ensayos. 

Porque todo lo que tenía de inteligente y mordaz, también lo tenía de pluma rápida y se enfrentaba día sí y día también con todo cristo. Así que le dieron una vicaría que contaba tan solo con 15 almas, cosa que terminó revirtiendo a su favor porque le proporcionaba tiempo suficiente para escribir y seguir afilando lápices contra la estupidez humana. 

Por cosas de la vida, nuestro vicario se enamoró de una muchacha sobrina de su protector sir William Temple, un diplomático bien relacionado y acaudalado pariente lejano de su madre. El caso es que él se coló perdidamente pero se desconoce lo que ella -o su tío- pensaban del asunto. Solo ha trascendido que fueron amigos hasta la muerte de ella y unas cartas que póstumamente fueron publicadas donde Swift se abre en canal con tanta franqueza y cariño que se ha especulado con la posibilidad de que se hubieran casado en secreto. 

Na. No encaja. Se hubiera sabido tarde o temprano y además, su amistad se habría roto cuando Swift vivió con Esther Vanhomrigh a quien le escribió un poema precioso con el sobre nombre de Vanessa y mira, el mote cuajó tanto que solo hay que ver la de vanesas que hay por el mundo. 

Pero Vanessa murió joven y cinco años después lo hizo Stella. Él ya sufría de algún tipo de enfermedad neurológica que tras esta perdida, le sumió en el principio del fin muriendo un 19 de octubre de hace 279 años, sumido en frecuentes episodios de locura que se mezclaban con breves momentos de lucidez siendo completamente consciente de su deterioro. Pero su ingenio y pericia con la pluma ya son eternas. Lo mismo que Gulliver.
Y de nuevo, domingo de reto con Elvira y Estela de Homenajeblog. Ya lo sabrás pero esto va de entrar en cocinas ajenas y versionar alguna receta del homenajeado del mes. Hoy publicamos todas las compis recetas de Encarnita de El paraíso de los golosos. Me decidí rápido por estos frixuelos  tan de la tierra y a la vez tan universales, porque podrías recorrer el mundo y te los encontrarías por doquier, en cada sitio con su aquel y con su propio nombre. Estos frixuelos son de harina de maíz, herencia y legado de los indianos asturianos. ¡Gracias encarnita! Están brutales. 


Ingredientes:

  • 1 huevo
  • 500ml. de leche 
  • 125ml. de agua
  • 70gr. de harina de trigo (mejor sin refinar)
  • 130-150gr. de harina amarilla de maíz
  • opcional: 1/2 cdta. de polvos de hornear
  • Sal
  • Algo de aceite de oliva para mojar la sartén

Para el relleno:
  • 200gr. de espinacas frescas
  • Cebolla en polvo o 1/2 cebolla
  • 50gr. de pastrami o beicon
  • Queso en lonchas que funda bien

Notas:
  • Yo necesité 150gr. de harina de trigo porque me quedó demasiado líquida la masa pero la receta original describe 130gr. 
  • Recomiendo no usar en la medida de lo posible harinas refinadas de trigo. Yo uso una rústica con su cáscara y su propio germen.
  • Le he puesto un poquito de polvos de hornear al igual que hago con los crepes para que queden más jugosos.
  • En el relleno usé cebolla en polvo para darle algo de sabor pero que no destacara y en lugar de baicon he usado pastrami.

Preparación:
  1. Preparamos la masa de los frixuelos: en el vaso de la licuadora -o de la batidora eléctrica- ponemos todos los ingredientes juntos y batimos hasta que esté la masa bien ligada y espumosa.
  2. Calentamos una sartén antiadherente no muy grande mojada en unas gotas de aceite de oliva. Hacemos los frixuelos a fuego medio alto. Reservamos.
  3. En otra sartén, ponemos las espinacas a fuego medio bajo y las tapamos unos 2-3 minutos. Soltará su propio vapor y se pocharan. Así no pierde propiedades. Añade un poco de cebolla en polvo y reserva. 
  4. Calienta el horno a 170ºC.
  5. Troceamos el pastrami y vamos  rellenado los frixuelos con espinacas, pastrami y queso. Puedes enrollarlos, doblarlos por la mitad o en 4 como he hecho yo. 
  6. Ponlos unos pocos minutos al horno, lo justo para que el quedo coja textura fundida. Sirve rápido para que no se enfríen.

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