Gnocchi con calabacín y espinacas

Esto pasó en Suecia, en la sucursal del Kreditbank en Norrmalmstorg. Olsson había entrado armado y con explosivos en su afán de intimidar y así largarse de rositas con un buen fajo de pasta. La policía, por su parte, estaba convencida que iba a resolver el embrollo en un periquete pero nada más lejos; no tenían experiencia ninguna con este tipo de situaciones y fueron de cagada en cagada mientras los medios de comunicación, por primera vez en su historia, retransmitían en directo un secuestro como si se tratara de una película de Hollywood. Y el espectáculo duró seis días. Seis.
Jan cada vez estaba más convencido que iban a morir todos ahí dentro. El trato con sus rehenes era cercano y amigable -jugaban a las cartas y al cinco en raya para matar el tiempo- y así fue como los rehenes empezaron a ayudarle para terminar pacíficamente con la situación.
Jan cada vez estaba más convencido que iban a morir todos ahí dentro. El trato con sus rehenes era cercano y amigable -jugaban a las cartas y al cinco en raya para matar el tiempo- y así fue como los rehenes empezaron a ayudarle para terminar pacíficamente con la situación.
Una de las rehenes, Kristin Enmark, se encargó de mover ficha y pidió a la policía hablar con el Primer Ministro de Suecia, Olof Palmme. Le expresó el temor que sentían de ser abatidos todos ellos por las autoridades y le suplicó una y otra vez que aceptaran las condiciones de Olsson, es decir, dejarle escapar del banco con dos de los rehenes y un coche. Palmme insistió una y otra vez que era imposible. Que la única forma de salir indemnes era que Jan se entregase y en un momento dado, posiblemente ya perdiendo un poquito el norte en la conversación mientras Kristin insistía una y otra vez en verbalizar su miedo a morir en manos de la policía, le dijo algo como que si la cosa se desmadraba pues hala, sea valiente y muera en su puesto... o algo así.
Y claro, Kristin, una joven de veinitipocos y a la vista decidida y con su carácter, mandó al Primer Ministro al carajo. Esto dio pie a que la policía construyera su relato -tapando sus chapuzas- asegurando que los rehenes, al colaborar con su secuestrador, estaban saboteando los intentos de rescate. Y nada más lejos. Temían por sus vidas y cuando por fin el banco fue gaseado, decidieron que Jan debía salir primero porque lo mismo, al salir ellos, le matarían sin darle tiempo a rendirse.
Y así, seis días y medio después del atraco fallido, la policía paseó a Olsson por la calle ante la multitud y las cámaras para que quedara claro quienes habían ganado la partida. Contaron la historia de aquella manera y los rehenes, las víctimas, pasaron a estar en tela de juicio y fueron acosados constantemente por haber colaborado con su captor. Ellos, por su parte, criticaban a la policía por haberlos puesto en peligro y con Kristin Enmark fueron especialmente desagradables por aquello de haber mandado al pairo al Primer Ministro.
Y así, seis días y medio después del atraco fallido, la policía paseó a Olsson por la calle ante la multitud y las cámaras para que quedara claro quienes habían ganado la partida. Contaron la historia de aquella manera y los rehenes, las víctimas, pasaron a estar en tela de juicio y fueron acosados constantemente por haber colaborado con su captor. Ellos, por su parte, criticaban a la policía por haberlos puesto en peligro y con Kristin Enmark fueron especialmente desagradables por aquello de haber mandado al pairo al Primer Ministro.
Uno de los asesores de la policía, el psiquiatra Nils Bejerot, vendió a los medios un síndrome que se acababa de inventar sobre la marcha y a costa de Kristin: el síndrome de Estocolmo. El tipo hizo caja durante años, analizando y juzgando el comportamiento de la joven sin haber hablado jamás con ella. Jamás. Las declaraciones de todos los rehenes fueron manipuladas en el juicio de Olsson y en las grabaciones de Kristin con Olof Palmme curiosamente habían desaparecido como unos 20 minutos de la conversación donde el Primer Ministro quedaba en evidencia.
El síndrome de Estocolmo, lo que nos enseña, es a comprobar lo fácil que es desde el poder, controlar cualquier relato y hacer pasar a las víctimas por locas, o lo que sea, porque a veces parece que todo vale; y por otra parte, demuestra también lo sencillo que es crear un síndrome sin tener criterios de diagnóstico ninguno y que nadie defienda a las víctimas como se merecen sin subterfugios que las hacen más daño del necesario.
Ingredientes:
Ingredientes:
- 400-500gr. de gnocchi
- 1 calabacín pequeño-mediano
- 200gr. de espinacas
- 2 cdas. de queso crema
- 200ml. de leche
- 2 lochas de queso fundido
- parmesano a tu gusto
- Algo de aceite de oliva
- sal y pimienta
Preparación:
- En una sartén con un poco de aceite, saltea el calabacín sin pepitas y en trocitos menudos (con su piel). Añade los gnocchi y después las espinacas.
- Añade el queso crema, la leche y las lonchas de queso fundido. Remueve hasta ligarlo bien a fuego medio.
- Apaga el fuego, añade parmesano a tu gusto, salpimienta y sirve rápido.
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