Pastel sin harina con avena y almendra

Un adolescente es arrestado por la muerte de una compañera de clase. No hay dudas de la autoría. Está grabado por una cámara de seguridad. La familia, incluso el propio chico, no logran asumir lo que está ocurriendo. Se niegan a procesarlo con esa ingenua esperanza de esperar que todo sea un sueño, no, una pesadilla y que al despertar todo volverá a ser como antes.
En Adolescence, acompañamos a este chico desde su detención, a su familia mientras forma parte del proceso sin poder - o querer- entender lo que está ocurriendo. Los compañeros de clase, los profesores, el sistema judicial que se despliega en torno al crío... y de fondo la víctima, quien ya no está presente, sumiendo a su entorno en el duelo desde la más estricta intimidad. Sin morbo y sin histrionismos. Una víctima inocente que también arrastra su propio contexto: esta cría hacia bullying a su asesino y lo hacía porque podía hacerlo, sin más saña y sin nada siniestro detrás.
A nivel emocional, lo que colapsa al espectador, es la fragilidad de esa línea que hace que cosas que pasan a nuestro alrededor, que son sabidas y lamentablemente aceptadas por todos (padres, docentes y adolescentes) pueda romperse sin previo aviso y con consecuencias tan devastadoras. Nos alerta sin necesidad de recurrir a clichés que el mundo de buenos y malos no es tan claro como queremos pensar.
Adolescence es una bofetada que nos presenta a una juventud escasa de valores, acostumbrada a salirse con la suya, incapaz de relacionarse sin móviles y redes sociales de por medio donde infringir daño ajeno es fácil e indoloro, con acceso al mundo sexual y su difusión sin estar educados en el respeto más elemental. Nos enfrenta a una sociedad que opta por mirar hacia otro lado respecto a determinadas situaciones para no tener que replantearse ciertas medidas de actuación. O represión. O reeducación. O algo.
Y esta serie por lo menos ha conseguido llamar la atención del gobierno británico quien ha informado que permitirá proyectar la serie en los institutos del país, y así concienciar en la medida de lo posible contra los discursos radicales que pueden influir en los adolescentes de hoy en día. Netflix ha hecho pública su intención de difundirla gratuitamente en estos colegios. Adolescence es una bofetada que nos presenta a una juventud escasa de valores, acostumbrada a salirse con la suya, incapaz de relacionarse sin móviles y redes sociales de por medio donde infringir daño ajeno es fácil e indoloro, con acceso al mundo sexual y su difusión sin estar educados en el respeto más elemental. Nos enfrenta a una sociedad que opta por mirar hacia otro lado respecto a determinadas situaciones para no tener que replantearse ciertas medidas de actuación. O represión. O reeducación. O algo.
Y es que algo hay que hacer. Todos necesitamos herramientas para lidiar con el acoso, la violencia y el abuso sexual. Saber y concienciar no es suficiente. Los padres estamos muy concienciados respecto a qué hacer si acosan a nuestro hijo pero no hemos trabajado ni nos han proporcionado herramientas para detectar y detener a un hijo acosador. Y cuando un chiquillo no sabe lidiar con su caos y cruza la raya, ya no hay tiempo para rectificar. No es como cuando se les rompe el iPhone, que se les compra otro y listo. La vida funciona de otra manera.
Ingredientes
Ingredientes
- 3 huevos
- 40-50gr. de azúcar de abedul
- 50gr. de azúcar de coco
- vainilla
- ralladura de limón
- 30ml. de aceite suave
- 100gr. de copos de avena
- 100gr. de almendras molidas
- polvos de hornear
- 150ml. de Skry natural (o yogur)
- 3 manzanas
Preparación:
- Pon a calentar el horno a 170ºC.
- En un bol, bate los huevos con el azúcar, la ralladura y a vainilla. Añade después, el aceite, la avena, la almendra, los polvos de hornear y el Skyr.
- Pela y corta las manzanas en láminas. En un molde engrasado, añade primero la masa y luego dispón las manzanas encima. Puedes poner un poco del azúcar de coco por encima.
- Hornea hasta que veas que el centro del pastel está consistente (yo le pongo un dedo encima y calibro a ojo de buen cubero)
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