Alubias al limón con hinojo a la plancha

En cualquier caso, la vida de este hombre fue muy intensa y espectacular. De jovencillo, después de estudiar medicina y bajo pretexto de hacerse con algo de dinero, se embarcó durante un tiempo en un ballenero como doctor de abordo recorriendo Groenlandia y el Ártico. Cuando se cansó de la pesca de ballenas y la caza de focas, se instaló en tierra firme y abrió su propia consulta. Parecía que muchos pacientes no tenía y para matar el tiempo, escribía relatos. Allí germinó Estudio escarlata que, además de costarle dios y ayuda para que se lo publicaran, pasó algo inadvertido al gran público.
Pero ya había nacido Sherlock Holmes y poco a poco ganó un montón de fans que seguían sus andanzas en la revista The Strand. Pero Arthur estaba incómodo, porque Holmes le distraía de hacer y escribir otras cosas. Pidió una cantidad impúdica de dinero por el siguiente lote de doce relatos más y lejos de rechazarlos, The Strand accedió pero en el último relato, El problema final, Doyle se cargó al detective. Y se lió parda.
20.000 suscriptores a la revista se dieron de baja; cuentan que la gente iba por la calle con una cinta negra en la maga de las chaquetas en señal de duelo. La cantidad de cartas al editor de fans indignados fue brutal. Y a ver, tiempo después lo tuvo que resucitar como pudo porque los lectores entonces no eran moco de pavo.
Se dedicó a la política, colaboró en la guerra contra los Bóers, en la Primera Gran Guerra e incluso hizo de detective en más de una ocasión resolviendo casos que la policía no había sido capaz de esclarecer. Incluso recurrieron a él cuando Agatha Christie desapareció misteriosamente.
Sir Arthur -se ganó el título con su aportación a la patria- había perdido a su hijo mayor en la Gran Guerra, un muchacho muy joven como tantos en aquella locura, y puede que este hecho, sumado a que los rollos esotéricos estaban muy de moda y ya había mostrado interés anteriormente, se implicó en cuerpo y alma al espiritismo, dando charlas por medio mundo y siguiendo de cerca los casos más sonados de "asuntos raros" como por ejemplo lo de las hadas de Cottingley que luego se demostró el fraude.
Esto le afeó un poco sus últimos años. Se metían con él públicamente pero le dió igual. Creía firmemente en el más allá, los espíritus, los médiums, la telepatía y todo lo que sonara a asuntos "del otro lado" pero así es la vida, en algo hay que creer.
Esta receta de hoy es algo magistral, de lo más rico que he comido últimamente. Parece cosa del más allá porque cómo es posible que con tan pocos ingredientes se pueda cocinar algo tan rico y tan sano. Y encima sin ruidos impertinentes porque el hinojo neutraliza los efectos de las alubias.
Ingredientes para 2-3 raciones:
- 2 chalotas o ½ cebolla roja
- 2 dientes de ajo
- 400-500gr. de alubia blanca cocida
- perejil, cebollino y/o hierba de hinojo (a tu gusto)
- zumo de ½ limón
- unas semillas de hinojo (a tu gusto)
- un chorrito de vino blanco o agua (ó ½ y ½)
- 2 hinojos
- tomillo fresco
- algo de aceite de oliva
- un poco de mantequilla
- sal y pimienta
Preparación:
- En una sartén con unas gotas de aceite de oliva, saltea las chalotas y los ajos machacados. Añade las alubias, las hierbas picadas, las semillas de hinojo y el zumo de limón. Mientras salteas (3-4 minutos), añade un poquito de agua o de vino blanco para que no se sequen mucho. Salpimienta y reserva.
- En otra sartén con unas gotas de aceite de oliva, coloca el hinojo cortado (primero por la mitad y luego en láminas no muy finas). Salpimientas, añade unas ramitas de tomillo y cuando le des la vuelta, añade un poco de mantequilla para que se marque sin quemarse.
- Coges la mitad de las alubias y las trituras hasta hacerlas puré añadiendo un poquito de agua o jugo de la cocción (quedará como si fuera hummus).
- Pon el puré extendido en el fondo del plato o fuente. Coloca el hinojo encima y termina con las alubias por encima. Riega con unas gotas de aceite de oliva.
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