Pastel de merengue y compota de frutas rojas

Cada año por estas mismas fechas, este blog tiene una cita ineludible con las bayas. Este es uno de los privilegios de vivir en guirilandia y pese a sonar a música de violines es una de las etapas más estresantes para ésta paletita ibérica que guisa y cuece en hierbas y especias. La operación recolecta y conserva comienza a macerarse en otoño, cuando se dejan las matas y los arbustos preparados para aguantar el gélido y glaciar invierno. Al mismo tiempo, durante la hibernación, procedemos al almacenaje de todo frasco que pasa por esta casa. Más o menos por febrero, suelo caer en el error de pensar que ya tengo botes para dar y tomar, hecho totalmente falso que quedará al descubierto entre la tercera y cuarta operación mermelada. Y también, sin remedio, me veo obligada a mendigar frascos por la vecindad, casi siempre sin éxito alguno porque aquí los austriaquitos son tan repipis que se deshacen del cristal religiosamente cada pocos días así que por más que suplico "un botecito mi'arma que es pa'dar de comer a los churumbeles" termino con mi gozo en un pozo y las mermeladas sin enfrascar.

Y en contra de mis principios, es posible que para la segunda semana de agosto, tenga que salir a la desesperada a comprar botes y también será a lo misión imposible porque, como ya te he dicho antes, aquí son muy repipis y compran los tarros con tanta antelación que ya no queda ninguno en ningún lado y cuando pregunto de tienda en tienda me miran como si fuera una desestructurada de la enfrascación demostrando no tener piedad ninguna por mis ciruelas que fallecerán irremisiblemente si unos tarros no salen en su defensa. Y cada año juro y perjuro que voy a pedir recibos para reclamar el retorno de los cascos pero lo cierto es que cuando regalo mis mermeladas lo hago tan alegremente que nunca me acuerdo de fruncir el ceño y amenazar con los horrores del infierno. Y de esta guisa es como yo y mi mala cabeza cumplimos escrupulosamente con el drama anual "no sin mi tarro".
El siguiente acto de la operación mermelada, habita en el hecho de que las bayas no esperan y hay que bailar al son de su música. No se trata de decir: "uy, me apetece hacer mermelada, bajo al super y me marco media docena de botecitos". no, no. Hay que esperar a que a ellas les apetezca madurar y para cuando están, ya puedes correr que sino los pájaros se las zampan en un visto y no visto. A esta maniobra, le sumas el factor tiempo que lo suyo por estas fechas es que nos visite tormenta diaria. Así que, vigila, recoge a la carrera sin mojarte mucho y cuando llegas a casa con el botín ya puedes ponerte manos a la obra sin mucha tardanza porque se echan a perder en un abrir y cerrar de ojos. Quiero hacer constar en acta, que a una no siempre le acompaña ni el ánimo ni las ganas ni el tiempo, y que como casi todo en la vida, meterse uno en frega'os sin entusiasmo es como que da fatiga. A veces hay que ponerse en plan multitarea porque se nos junta el hambre con las ganas de comer, bueno, y hasta cosas peores pero esa seguramente, termine siendo otra historia.

Así que nadie será capaz de reprocharme este brutal pastel fruto del puro capricho, que estaba servido en bandeja puesto que hoy llueve y la brisa que entra es tan fresca y suave que no podía -ni quería- dejar pasar la oportunidad de hornear. Aproveché para estrenar la compota que hice ayer, de grosellas negras y frambuesa. La diferencia entre compota y mermelada es que la compota lleva algo menos de azúcar y es una cocción rápida. Se espuma la  fruta (por cada kilo de bayas, 1/2 de azúcar y una cucharadita de gelatina en polvo) unos diez minutos desde que comienza a hervir. Se retira del fuego y se le deja reposar otros diez minutos antes de envasar. Es una compota ideal para repostería porque mantiene las bayas muy bien definidas tanto en textura como en sabor.


Ingredientes:
  • 125gr. mantequilla a temperatura ambiente
  • 120gr. azúcar
  • 3 yemas y 1 huevo entero
  • ralladura de limón
  • 250gr. de harina (o 150gr. harina y 100gr. de maicena)
  • Polvos de hornear
  •  3 claras
  • una pizca de 
  • 120gr. de azúcar glas
  • azúcar avainillana o esencia de vainilla
  • 1 cda. de maicena
  • Compota o mermelada de frutos rojos a tu gusto

Preparación: 
  1. Precalienta el horno a 180ºC.
  2. Haz una crema suave con la mantequilla, la ralladura, el azúcar, las yemas y el huevo. Añade las harinas y el polvo de hornear.
  3. Trasfiere la masa a un molde forrado con papel y hornea unos 30 minutos.
  4. Mientras, monta las claras a punto de nieve y añade el azúcar glas, la vainilla y la maicena. Lo bates con las varillas eléctricas o el procesador varios minutos hasta que veas que está completamente hecho el merengue (una crema muy espesa). 
  5. Cubre el bizcocho con la mitad de la compota y la otra mitad lo ligas con el merengue (muy poco). Cubres el bizcocho y lo vuelves a meter al horno unos 10 minutos y solo con el grill o la parte superior encendida (temperatura 150ºC y sin despegar el ojo del horno que se quema con facilidad). Dejar enfriar completamente.

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2 comentarios

  1. Mucho me temo que a pesar de refunfuñar tanto con la operación recogida de bayas, es un tema que te gusta bastante o no lo harías puntualmente todos los años, ni te embarcarías en la tarea de las mermeladas, que su buen trabajo tiene. Estoy segura que cuando te sientas tranquila a tomar un café y un trozo de este delicioso pastel, das por buena toda la faena hecha e incluso no parece que sea para tanto. Las cosas del comer es lo que tienen, un placer como pocos.
    Un beso.

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  2. Qué buena pinta....pues vaya, con los austriaquitos y los botes, jeje....a tí te van a tomar el pelo, jajaja...
    Tenemos que hablar de mermeladas, me apetece hacer un día y no se por donde empezar
    Besos guapa
    Marialuisa

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