Plumcake salado con espinacas, queso y más

El psicólogo social Philip Zimbardo, allá por 1969, hizo un experimento social en la ciudad de Nueva York. Abandonó dos coche iguales en dos barrios distintos; uno en el Bronx, un barrio pobre, marginal y conflictivo, y el otro en Palo Alto, una zona adinerada y tranquila de la ciudad. A las pocas horas el coche abandonado en el Bronx fue vandalizado y el de Palo Alto no. Hasta aquí podría parecer que la pobreza genera violencia y destrucción pero el experimento fue a más: rompió una ventana del coche de Palo Alto y a los pocos días el coche sufrió el mismo vandalaje que el abandonado en el Bronx.

Esta teoría se llamó la de los cristales rotos donde el abandono y la dejadez, el desorden en general, envía a la gente un mensaje de todo vale, no importa romper lo que ya está roto, olvidado o desastroso... es como la marca que antecede al caos.

En una casa, pasa igual: todo está revuelto y los habitantes dejan de limpiar, de ordenar, de colocar las cosas en su sitio; hoy se rompe una lamparita y se va posponiendo el reponerla; luego es un espejo, o la pata de una silla... y todo se va acumulando de forma que el descontrol es tan grande, que ya no hay quien lo maneje. Llegan las broncas, el malestar, las desavenencias y todos quieren huir de semejante pocilga.
El caso es que unos años más tarde, J. Wilson y G. Kelling -más psicólogos- hicieron popular esta teoría también en Nueva York- cuando la aplicaron a la criminología. Sostenían que los delitos pequeños legitimaban a los más grandes y el alcalde de entonces, se vino arriba y decidió aplicar mano dura para controlar la violencia que imperaba en la ciudad. Comenzó por el metro, limpiando grafitis y deteniendo grafiteros, saneando y arreglando las instalaciones y deteniendo a los vándalos, a los que se colaban y desalojó a los muchísimos borrachos y drogadictos que se paseaban por las estaciones como Pedro por su casa. Y lo consiguió. El metro resultó ser un medio de transporte seguro y aunque su política de "tolerancia cero" fue muy criticada por sus métodos, lo cierto es que logró reducir la delincuencia drásticamente.

Esta teoría de los cristales rotos, es aplicable a cualquier situación. Un día dejas de pintarte, luego descuidas tu vestuario, tu aseo personal y terminas con tu autoestima por los suelos y con una apatía emocional brutal. Pasa en las empresas tóxicas, cuando se consiente hablar mal de un empleado y luego terminan todos haciéndole bullying excluyéndole del grupi que va a tomar café y casi siempre, destrozando su reputación.

En fin, pasa en muchos ámbitos porque si dejamos que se rompan los valores sociales, la buena educación y las conductas sanas, si dejamos que se pisotee el honor de las personas, su dignidad nos vamos a encontrar con lo que ya estamos viendo en USA con las políticas de Trump, el cristal roto americano, que no solo expulsa a todos los inmigrantes honrados que viven en su país, sino que sus esbirros, expulsan a los padres y dejan a los hijos solos en el país. Y por más que estos padres están pidiendo "devuélvannos a nuestros hijos" el muy malnacido está haciendo oídos sordos. Y ojo que vienen otros como él detrás rompiendo cristales.
Ingredientes:
  • 1 paquete de espinacas baby (+- 125gr.)
  • 300gr, de harina sin refinar (con su cáscara y germen)
  • 1 sobre de polvos de hornear
  • 2-3 huevos (dependiendo del tamaño)
  • 1 cdta. rasa de sal
  • 100ml. de leche
  • 100ml. de aceite de oliva
  • queso scamorza (o manchego) a tu gusto
  • queso parmesano a tu gusto
  • 3 tomates secos en aceite (escurridos)
  • opcional: unas semillas para decorar

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 180ºC (160-170ºC si de aire)
  2. Pon en una sartén a fuego lento las espinacas (tapadas) y deja que suden un par de minutos. Puedes hacerlo también en el microondas (30seg. o 1 minuto). Reserva
  3. En un bol, pon la harina, los polvos, los huevos, la sal, la leche y el aceite, y forma una mas homogénea. Liga a esta masa el queso rallado o picado, el tomate en trocitos y las espinacas. 
  4. Pasa la masa a un molde de plumcake previamente engrasado. Puedes guardar un poquito de las espinacas para poner por encima y que quede más bonito. Esparce unas semillas a tu gusto por encima y hornea hasta que veas que tiene un color dorado y veas que la superficie está dura y cuajada. Puedes comerlo templado o frío.

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